FOTO: ARCHIVOS HISTÓRICOS DE POZA RICA

 

                                                           Mario A. Román del Valle (1).

    Un día como hoy, pero de hace 79 años, el entonces Presidente de la República, Lázaro Cárdenas decretó la legendaria expropiación petrolera. En estos tiempos marcados por un sistema político carcomido, con un remedo de democracia, con elevados índice de violencia, corrupción e impunidad, es bueno no olvidar aquel suceso de profunda significación e importancia en la historia de México.  

      Recordemos. En cada una de las regiones petroleras, los obreros de esa industria fueron luchando por lograr arrancarles a las compañías extranjeras, mejores salarios, algunas prestaciones contractuales y mejores condiciones de vida para sus familias. Los años iniciales del sindicalismo petrolero están llenos de anécdotas  sobre actos de resistencia esforzada, de huelgas con finales sangrientos y de generosos actos de solidaridad obrera.

      Deseo mencionar ahora, el caso muy particular de Poza Rica, en el norte de nuestro estado, el cual fue, como todos sabemos, durante casi 40 años, el centro petrolero más importante del país. En 1932 se fundó el campo de ese lugar, el cual era administrado por la poderosa empresa inglesa “El Águila”, filial de la trasnacional británica Royal Dutch Shell. Desde el inicio, Poza Rica fue un centro productivo de hidrocarburos de vital importancia económica. Por ejemplo, para 1937, apenas cinco años después de su creación, su producción representaba el 45% del total nacional (2).  

      Aunque ahora se pretenda minimizar la participación de los obreros en las históricas jornadas de la expropiación petrolera, lo cierto es que la dirigencia democrática y las bases sindicales de los petroleros de aquella generación, fueron aguerridos, valientes y muy decididos a exigir a los extranjeros a que trataran con dignidad a sus trabajadores. Asimismo, plantearon su convicción de que los mexicanos podían desarrollar con eficiencia y honestidad la explotación del petróleo mexicano.  En agosto de 1937, los dirigentes de la Sección 30 del sindicato petrolero, le manifestaron al Presidente Cárdenas su posición en el sentido de que los trabajadores estaban listos para administrar el rico campo pozarricenses, apuntándole que ellos estaban capacitados para perforar y producir el yacimiento, si el gobierno se decidía a expropiar los pozos del norte de Veracruz. En aquella coyuntura Cárdenas declinó la propuesta, pero seguramente esa determinación y seguridad de los obreros de Poza Rica, calaron hondo en su ánimo (3).

AQUELLAS JORNADAS HISTÓRICAS INOLVIDABLES.

      Una novela histórica, “Pioneros”, refiere cómo se desarrolló en Poza Rica, aquellos días del lejano 1938,  que significaron una enorme vuelta de tuerca en nuestra historia nacional.

      “El viernes 18 de marzo de 1938, los obreros se presentaron a trabajar como normalmente lo hacían. Sin embargo, en el ambiente del campo petrolero se percibía que ese no era un día como cualquier otro. Sería la última jornada laboral en que los obreros mexicanos estarían bajo las órdenes de los arrogantes jefes extranjeros.     

    Era una noche cálida y apacible. En el cielo cintilaban, hermosas, miríadas de estrellas. El concierto de grillos y pájaros de la selva veracruzana parecían generar una armoniosa sinfonía. En los alrededores de las oficinas sindicales, grupos de obreros charlaban animosamente. El salón de actos de la Sección 30 también estaba bastante concurrido. Alejandro y Joel se agregaron al bullicioso conglomerado humano.

    El voluminoso radio RCA VICTOR, propiedad del sindicato, estaba sintonizado en la estación XEW. Aunque las ondas radiales no se escuchaban muy claramente, pues sufrían interferencias intermitentes, en un determinado momento se logró oír bien la voz de Genaro Salinas que  

    A las 8 de la noche, el locutor anunció que se interrumpía la transmisión acostumbrada porque, en cadena nacional, el Presidente Lázaro Cárdenas emitiría un mensaje a toda la Nación.

–      Escuchen todos: el Presidente va a dirigir un mensaje sobre el conflicto petrolero!  -gritó Marcial García, que estaba cerca del radio. Alguien dijo. “Súbele”. Y todos los presentes se arremolinaron en torno al aparato radial. Se escuchó, entonces, la voz de Lázaro Cárdenas.

–      La actitud asumida por las compañías petroleras negándose a obedecer el mandato de la justicia nacional, que por conducto de la Suprema Corte, les condenó en todas sus partes a pagar a sus obreros el monto de la demanda económica, que las propias empresas llevaron ante los tribunales judiciales por inconformidad con las resoluciones de los tribunales del trabajo, impone al Ejecutivo de la Nación el deber de buscar en los recursos de nuestra legislación un remedio eficaz que evite definitivamente, para el presente y el futuro, el que los fallos de la justicia se nulifiquen por la sola voluntad de las partes o de alguna de ellas.

–     Está explicando la situación actual del conflicto  -señalaba Bernardo del Ángel. “¡Schsss! ¡Cállate!, dijeron varios y siguieron escuchando a Cárdenas.

–     Hay que considerar que un acto semejante destruiría las normas sociales que regulan el equilibrio de todos los habitantes de una nación.

–         Bien dicho. Hay que educar a esas pinches compañías extranjeras  -señaló alguien que estaba en medio de la bola humana. Después, el Presidente michoacano apuntaba que, dada la importancia de la industria energética, era urgente resolver el problema. Y agregaba: es (por) el interés social de la clase laborante en todas las industrias del país la que lo exige. Es el interés público de todos los mexicanos y aún de los extranjeros que viven en la República y que necesitan de la paz y de la dinámica de los combustibles para el trabajo. Es la misma soberanía de la Nación, que quedaría expuesta a simples maniobras del capital extranjero, que olvidando que previamente se han constituido en empresas mexicanas, bajo leyes mexicanas, pretende eludir los mandatos y las obligaciones que le imponen autoridades del propio país.

        Los rostros cobrizos de los obreros, reflejaban su atención creciente. Las fuertes respiraciones y algunos suspiros se escuchaban con claridad meridiana. Todo era concentración reflexiva en aquel grupo sindical. La voz de Cárdenas seguía dominando el ambiente de aquel lugar.

–       Se trata de un caso evidente y claro que obliga al gobierno a aplicar la Ley de Expropiación en vigor.

    Varios aplausos se dejaron oír. Una voz aislada se alzó. “¡Bravo! ¡Muy bien hecho!”  Y otra vez la mayoría pidió silencio. El mensaje continuaba.

–     Se trata de aplicar la Ley de Expropiación en vigor, no sólo para someter a las empresas petroleras a la obediencia y a la sumisión, sino porque habiendo quedado rotos los contratos de trabajo entre las compañías y sus trabajadores, por haberlo así resuelto las autoridades del trabajo, de no ocupar el gobierno las instalaciones de las compañías, vendría la paralización inmediata de la industria petrolera ocasionando esto males incalculables al resto de la industria y a la economía general del país.

–     ¿Qué quiere decir eso de la Expropiación?  -preguntaba, extrañado, Emilio Silva. Y Andrés P acheco le contestó gritando.

–       ¡Significa que los jefes extranjeros se van mucho a la chingada! ¡Ja, ja, ja!  -Muchos sindicalistas rieron de muy buen humor y pretendían iniciar el alboroto, cuando Esteban Mancilla los calló de golpe.

–       ¡Hey, callados todos, cabezones! Debemos escuchar esto hasta el final. Es muy importante.

      Efectivamente, los obreros pozarricenses escucharon, en silencio, el mensaje presidencial hasta el final. Para después estallar en grandes muestras de alegría y felicidad. La mayoría se abrazaba efusivamente. Otros salían a la calle a gritar vivas estentóreos al general Cárdenas y al sindicato. Y los dirigentes sindicales trataban, inútilmente, de pedir orden y compostura.

       Entre los grupos de trabajadores se veía a Rafael Suárez que fumaba, con satisfacción y calma, un cigarro. Junto a él estaba el apacible David Cano, quien al ver a Alejandro y a Joel, desde su lugar les saludó con una seña y les cerró un ojo, con complicidad social y camaradería. El gesto decía: hemos ganado una importante batalla, camaradas. Pero todavía falta mucho por hacer.

      Afuera, Emilio Gallardo había sacado un revolver de entre su ropa, y levantando bien arriba el brazo derecho, disparó 3 tiros al aire, al tiempo que gritaba con toda su fuerza:

–      ¡Viva México, cabrones!

       Era una noche inolvidable para todos. Era la noche de la liberación social para los obreros petroleros. Y era la noche de la independencia económica de su país.  

        El 19, a las 9 de la mañana, los integrantes del Comité Ejecutivo de ls Sección 30, en compañía de varios comisionados, caminaban en dirección a las oficinas de la superintendencia. Entre otros, iban Pérez Castañeda, Raúl Lara, Pedro Messeguer, Lorenzo Mendiola, Constantino Casanova, Esteban Mancilla, José López Patiño, Juan G. López, Cosme Pantín, Gonzalo Herrera y Justino Pérez.

           El inglés Smailes, junto con otros como Hamilton y Wardhaussen, los recibió con marcada hostilidad. Después de informarle lo de la expropiación, que el extranjero ya sabía, los sindicalistas le pidieron que entregara el equipo, las instalaciones, oficinas, documentación y las llaves del campo petrolero. El funcionario de El Águila, lleno de arrogancia, se dirigió a Pérez Castañeda, y le dijo:

–         Eduardo: te entrego las llaves de mi oficina y de mi escritorio  -extendió su brazo derecho, y te pido que las guardes muy bien, porque dentro de pocos días voy a regresar por ellas y de nuevo estaré en mi puesto.

         Justino Pérez, con un ágil movimiento, le arrebató las llaves a Smailes, y le espetó de golpe:

–        No lo creo. Usted, mister Smailes, nunca regresará.

      El norteamericano estaba lívido de coraje. Le lanzó una mirada furibunda a Justino. Algo le iba a decir, pero Esteban Mancilla lo atajó.

–       Recuerde, señor, que ésta oficina en la que estamos, desde hace algunas horas, pertenece a nuestra Nación. Ya no tiene nada que hacer aquí. Le ordenamos que se retire cuanto antes. Hasta nunca, mister Smailes.

         El inglés se cimbró. Su cara se puso aún más pálida. Sólo le alargó la mano a Pérez Castañeda. Hamilton echaba lumbre por los ojos. Ya sin atreverse a decir nada, los extranjeros abandonaron la oficina, desde la cual habían manejado el segundo campo más productivo del mundo. El sitio desde el cual reportaron el descubrimiento de riquísimos pozos y desde donde habían hecho cálculos apetecibles del grandioso nivel de ganancias que podrían ir a parar a New York o Londres. Ahora los sencillos obreros mexicanos los expulsaban de ese campo, a nombre de la patria.

         Afuera, se había congregado un numeroso grupo de trabajadores, que querían ver la salida de los odiosos y racistas jefes, Los mexicanos hicieron una valla por la que desfilaron los extranjeros, los cuales caminaban hacia sus camionetas. Varias voces obreras se dejaron escuchar.

–         ¡Fuera gringos de Poza Rica!

–         ¡Nos saludan a nunca vuelvas!

–         ¡Viva México, cabrones!

–        Largo de aquí, Hamilton!  -gritaban al unísono Joel y Homero Sáenz.

– ¡FUERA!  ¡FUERA!  ¡FUERA!

   Los magnates del petróleo iba como perros apaleados, casi literalmente con la cola entre las patas” (4).

     Esos trabajadores jugaron un papel central en el rescate de nuestra soberanía energética, que encabezó un Presidente igualmente valiente y comprometido con su pueblo. ¿Porqué fue posible esto? Pues porque aquel sindicato era una organización de lucha y con una vida interna democrática, con dirigentes honestos y comprometidos con sus bases. Un historiador de gran nivel académico, el doctor Alberto Olvera, nos explica:

     “Este extraordinario legado de los años previos a la nacionalización permitió a los obreros de Poza Rica participar activamente en la construcción de la industria nacionalizada y mantener, durante muchos años, la independencia de la sección y una actitud crítica frente al gobierno y la propia empresa” (5).   

LOS AÑOS DEL CRECIMIENTO ECONÓMICO

     Después del 18 de marzo de 1938, los obreros del petróleo realizaron una enorme labor para poner en funcionamiento a la nueva industria nacionalizada.  En principio, los nuevos consejos de administración, manejados en una primera etapa por los propios trabajadores, tuvieron que iniciar sus operaciones sin contar con planos o manuales  de procedimiento, ya que las compañías, suponiendo lo peor para ellas, habían sacado de las oficinas, los documentos, planos geológicos, mapas, dinero, e incluso habían dejado en el extranjero sus barcos para la exportación de hidrocarburos (9).

    Además, debe recordarse que no se contaba casi con ningún técnico (ya que la mayoría de ellos eran extranjeros). Y muchas de las instalaciones eran obsoletas, funcionaban apenas y no se contaba con refacciones. A ello había que sumar el bloqueo económico que Estados Unidos e Inglaterra habían promovido en contra de México. Estas potencias buscaban que ninguna nación comprara el petróleo mexicano y que tampoco revendieran las necesarísimas  refacciones y maquinaria industrial.

FOTO: ARCHIVOS HISTÓRICOS DE POZA RICA
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 LOS OBREROS PETROLEROS DE POZA RICA Y EL RESCATE DEL PETRÓLEO

Para superar todos estos obstáculos, los obreros petroleros tuvieron que hacer uso de una gran capacidad de iniciativa, de grandes dosis de creatividad e ingenio. Y en muchos casos improvisaron soluciones insólitas y aplicaron inventos técnicos sorprendentes. Cuando se presentaban “fugas” en los oleoductos, lo que ocurría frecuentemente, porque las instalaciones eran viejas y se hallaban en pésimas condiciones, los trabajadores buscaban tubos usados, que yacían en los montones de fierro viejo como chatarra, y los adaptaban para salir adelante con sus delicadas tareas. En otros casos se fundieron materiales de desecho, obteniéndose aleaciones nuevas y necesarias para los distintos usos requeridos por los procesos de producción y perforación.

     Como dice el periodista Antonio Rodríguez, varias de las piezas que antes eran importadas y que a causa del boicot en ningún lado podían adquirirse, fueron fabricadas con ingenio y precisión por los magníficos obreros mexicanos.  Así, a costa de grandes sacrificios, sufriendo cruentos y fatales accidentes, batallando con carencias y limitaciones técnicas y económicas, los obreros petroleros realizaron una verdadera proeza laboral y patriótica, al hacer crecer a Petróleos Mexicanos, ganándose a pulso el calificativo que un alto directivo de la industria les impuso, cuando los llamó “héroes del remiendo”(6).

     Los mexicanos de este tiempo no podemos olvidar que el gobierno revolucionario cardenista y la clase obrera del país realizaron loables esfuerzos para dar un importantísimo salto histórico, pasando de la dependencia económica a un moderno desarrollo con autonomía. Y alcanzando uno de los principales anhelos de la Revolución Mexicana: construir una sociedad más justa, en la que los beneficios económicos de las industrias de punta (como la petrolera) sirvieran para que vivieran en mejores condiciones los trabajadores del país, y para que México lograra una auténtica soberanía nacional.

FOTOS DEL ARCHIVO HISTÓRICO DE POZA RICA
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EL ACIAGO TIEMPO ACTUAL

       Actualmente, la reforma energética del Presidente Peña Nieto ha resultado en un fracasi total.  Los niveles de producción de los hidrocarburos declinan rápidamente; la soberanía energética se ha perdido y nos vemos obligados a importar gasolinas carísimas, que dan ganancias suculentas a las refinerías norteamericanas, generando empleos provechosos allá; todo ello genera mayor pobreza y desempleo en nuestro país.

       Por eso pensamos que es necesario retomar un proyecto de desarrollo que sitúe en primer término la generación de empleos, la vida digna para las mayorías, y la justicia social; la política petrolera debe anteponer los intereses nacionales a las acciones neoliberales del nefasto presente, para incrementar los volúmenes de hidrocarburos que se transforman en bienes industrializados, refinados y petroquímicos; esa política petrolera requiere utilizar los valiosos recursos del sector para alcanzar un desarrollo regional moderno, equilibrado y sustentable, sin atropellar los derechos esenciales de las comunidades indígenas y campesinas de nuestra región; la reactivación del sector petrolero debe considerar el incremento en proveeduría de bienes y servicios, especialmente contratando a las pequeñas y medianas empresas que puedan ofertar calzado, ropa, refacciones, transporte y otros servicios, inclusive recibir adiestramiento para que participen en insumos a la industria petrolera más sofisticados; eEs urgente fortalecer la soberanía energética de México (como lo hicieron nuestros abuelos y padres, con el cardenismo histórico), y eso se logrará defendiendo a la empresa petrolera del Estado mexicano.

      Solo con un fuerte y determinado compromiso de todos para superar nuestra ctastrófica realidad actual, podremos estar acordes a las magníficas luchas históricas que dieron los padres fundadores de nuestra amada Poza Rica.     

 

                                                          NOTAS

1.- Escritor e historiador de Poza Rica, Veracruz.

2.- Mario A. Román del Valle, “Sangre y lucha democrática en Poza Rica”, 2008.

3.- Ibid.

4.- Mario A. Román del Valle, “Pioneros”, edición del autor, Poza Rica, Ver., 2009.

5.- Alberto Olvera, “La formación de la cultura obrera en Poza Rica”, en Revista Nosotros, los petroleros, México, Pemex, 1988.

6.- Antonio Rodríguez, “El rescate del petróleo”, México, Siempre, 1952.

  

 

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