De volea

No es cualquier playera

Áser Oropeza

La más bonita, sin duda, ha sido la de Francia 98. El calendario Azteca entre el abdomen y el pecho dio identidad mexicana más allá de nuestras fronteras. Hoy, a pesar de no ser la mejor, creo que está más decente que hace cuatro años, cuando parecían Power Rangers en el campo de batalla.
Habemos muchos a quienes nos gusta ese ritual previo a los partidos importantes. Un día antes tenemos siempre en la mente dónde está, si está sucia o limpia, o si de plano habría que quitarle la humedad por lo recóndito de su escondite. La sacamos del cajón, descolgamos o desempolvamos.
No sé ustedes, pero en ese ritual tiene que ponerse extendida, sin dobleces, a lo largo y ancho de la cama. La tengo que ver completa, el detalle del escudo con el águila de perfil, los tres colores de nuestra bandera y el balón de futbol como la base de todo este sentimiento y pasión.
Dependiendo el diseño, habría que observar el grabado, las líneas que detallan el textil usado. El color, qué tono de verde es y si se asemeja más al famoso verde bandera que nos enseñaron en primaria.
El ritual no puede comenzar si no piensas en el resultado del equipo ese día. Ese ritual, al cual le puedes agregar mil accesorios esotéricos y supersticiosos, debe culminar con tu playera enfundada en la humanidad. Es tu escudo, son tus colores y representa al futbol de tu país. Sabes bien, si no estás descerebrado, que la vida no va en ella pero en el estadio no te vas a achicar si te intentan humillar.
No es cualquier playera, es la más grande de nuestro balompié. Se rompen individualidades, ya no eres americanista, chiva o cruzazulino. No importa si tu equipo juega en el Ascenso o de plano es de los que compra franquicias. Si te enfundas de verde se acabaron las bromas entre nosotros. Es el momento de la unión, de reclamarle al árbitro juntos en nuestro folklórico castellano. Es, sin duda, el máximo ícono de unidad en torno al deporte. Es muy fácil ver una playera de la selección mexicana de futbol en las gradas de cualquier otro deporte, pero no al revés.
Cada cuatro años me la vuelvo a poner con la esperanza de usarla siete partidos, aunque todos sabemos que la historia dice que no pasamos del cuarto.
Póntela y celebra los goles de nuestro equipo. Póntela y canta el himno mexicano antes del partido contra Alemania, Corea del Sur y Suecia. No seas tímido, nadie te va a tildar de loco pues todos estamos en la misma sintonía.
Hagamos valer la playera donde más importa: en el terreno de juego; no obstante, en la grada y en casa respétala y bésala porque esta competencia dura muy poco para nosotros y la tendrás que volver a guardar.
Aquí nos vemos después de la eliminación o, ¿por qué no? Cuando seamos campeones del mundo.
Préndela así, de volea.