AMLO_constancia

Aquí puede pasar todo

Por Plinio Soto Muerza

A un poco más de un mes de las históricas elecciones del pasado 1 de julio, y del arrollador triunfo de Andrés Manuel López Obrador, así como de sus candidatos a lo largo y ancho del país, pocos dudan que está en marcha un proceso de cambios y transformaciones que redefinirán las formas y los entendimientos de la política mexicana.

Formas y pensamientos, fondos y actitudes que describen a los políticos tradicionales e incluso a los no tradicionales, están hoy en la mesa de la discusión nacional. El pasado primero de julio, el voto mayoritario de los ciudadanos dijo ya basta a una forma terrible de hacer política, que ve en la cosa pública el medio ideal de enriquecimiento de unos cuantos privilegiados sin importan dejar en la miseria a la inmensa mayoría de la población.

Sin embargo, a días de la elección que marcó el triunfo de AMLO y Morena, algunas voces se han mostrado escépticas por lo que pueda hacer o no, el próximo gobierno a partir de una serie de nombramientos y sucesos que envuelven el entorno del Presidente AMLO.

Por ejemplo, el nombramiento de Manuel Bartlett para ocupar a partir del 1 de diciembre la titularidad de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), o bien la difusión del parentesco que tiene la próxima secretaria de Medio Ambiente, Josefa González  Blanco Ortiz Mena, con personajes como su propio padre, Patrocinio González Blanco Garrido, ex gobernador de Chiapas y señalado por los zapatistas de 1994 como uno de los principales responsables de la situación social de los indígenas de aquel estado, siendo además Secretario de Gobernación en el sexenio salinista, no han sido buenas noticias para algunos simpatizantes del movimiento encabezado por AMLO.

Para algunos aún está presente el triste papel de Bartlett en los sucesos de la elección de 1988, y otros están sorprendidos que incluso la mamá de Josefa González Blanco, la señora Patricia Ortiz Mena, mantiene vínculos familiares con la misma familia Salinas, ya que viene siendo prima del mismo Carlos Salinas de Gortari. Aquí como cuenta la máxima popular, nadie escoge a su familia. Pero no hay que olvidar jamás que en política nada es casual y espontáneo.

La propia entrevista entre AMLO y Antonio Meade, donde el primero llamó “honorable”, y “decente” al ex secretario de hacienda de Peña Nieto, pusieron en alerta a algunos de los grupos más identificados a la izquierda del espectro que apoyó e impulsó con grandes esperanzas la candidatura del tabasqueño ganador.

Pareciera entonces que entre el ambiente de fiesta por la inauguración de un proceso de cambio y transformación de la política mexicana y algunas decisiones tomadas por AMLO, se ve un distanciamiento entre el decir y los hechos. La tinta que empieza a correr sobre el tema seguramente no concluirá pronto.

En ese sentido es necesario recordar que el proceso electoral pasado no se distinguió precisamente como una confrontación electoral de tipo ideológico, sino muy al contrario, fue una elección donde el pragmatismo jugó un papel preponderante.

De tal forma, las decisiones que tome el nuevo gobierno deben de entenderse como decisiones no ideológicas, y que si bien tienen como centro de gravedad el combate a la corrupción, la impunidad y la eliminación de privilegios, no pueden abordarse desde una perspectiva de lucha ideológica al viejo esquema y estilo de las discusiones de la izquierda.

Algunos en un intento por darse una explicación a las propuestas de AMLO para su futuro gabinete, recurren a la tesis de la crisis de la vieja elite gobernante o bien, la explican por las contradicciones al interior de la propia fracción de la burguesía. Tesis que en lo personal me llama la atención.

Como sea, lo que hemos estado observando en las semanas posteriores a la elección, es el inicio de un reacomodo de fuerzas políticas, que interactúan y se mueven en las regiones y a nivel nacional. Cada nombre propuesto, cada decisión política que tome AMLO y cada acción que emprenda, como lleva de origen el combate a la corrupción, la impunidad y los privilegios, serán puestas a la discusión y a la disertación pública, situación que sin duda fortalece la vida republicana, ante un pasado monolítico en política.

No cabe duda que se camina a un proceso de cambio y de transformaciones, y lo que está en juego son los niveles y la profundidad de los cambios propuestos. El mandato del primero de julio fue claro y muy directo; ya no más políticos que se enriquezcan al amparo del poder público; no más privilegios de una elite que se ha mostrado insensible a los reclamos de justicia e igualdad, y basta de un país bañado en sangre y desesperación.

El gobierno de AMLO que tomará posesión el primero de diciembre próximo no deja de dar huella, a pesar de que algunas decisiones al interior de la izquierda que lo arropó no causen mayor simpatías, y si preguntas e inquietudes.

El proceso apenas está iniciando y falta mucho por concretarse. Lo importante al final del día, es no dejar el debate, y evitar que los ciudadanos que se expresaron de forma contundente el primero de julio regresen a sus casas como si aquí no pasó nada, porque es precisamente todo lo contrario: ¡Aquí puede pasar todo!

 

 

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