Francisco de Luna /

Un joven golpea con fuerza el cofre del taxi; esa es la bienvenida a la colonia Vicente Guerrero. Pregunta: “¿a dónde cabrón vas?”; y ordena, en tono agresivo, que más allá de la privada no hay paso. –si entras, te sales en chinga- ordena al conductor y al reportero.

La finalidad era llegar a la calle y escuela “Vicente Guerrero”, para conocer de cerca sus carencias. Desde la parte más alta de este sector poblacional se puede apreciar que se trata de un lugar en el que no se puede circular confiado: los accesos sin pavimento; la tierra tiene un color casi anaranjado; y hay grupos de jóvenes sentados en las esquinas, tienen aspecto de pandilleros.

Permanecen en el lugar como centinelas, vigilan -o al menos eso parece-; cuando levantan la mirada parecen distraídos, con los ojos desorbitados, boquiabiertos, las manos pegajosas y lastimadas por el pegamento en color amarillo que inhalan para atrapar a bocanadas el olor del enervante.

Sospechan de los visitantes. Son territoriales. Observan amenazadores; caminan en señal de reto y esconden sus manos en los bolsillos de los pantalones negros y holgados. “Son como cholos, esos sí que dan miedo”, dice el taxista, tan nervioso que hasta se le dificulta maniobrar el volante.

El conductor del taxi es don Mario, tiene 60 años de edad. Cuenta que de acuerdo a su experiencia de 40 años dedicados a este ocio, la colonia Vicente Guerrero es una de las más peligrosas de Xalapa.

 Los taxistas prefieren no entrar

“Aquí, al llegar la noche, muchos taxistas mejor ya no venimos. Por 50 pesos que cuesta la carrera podemos perder todo y hasta salir lastimados en algún asalto”, explica mientras sigue descendiendo por la calle Francisco I. Madero en busca de la primaria Vicente Guerrero.

Reconoce que además de la inseguridad que es evidente en este barrio, transitar estas calles es toda una peripecia.

Reconoce que estamos perdidos. “Pero yo lo llevo hasta donde usted va y si gusta lo espero”, porque reitera que aquel que no es de la colonia no puede salir bien librado.

Aunque han pasado 10 minutos, pareciera que ha transcurrido una hora.

Cada vuelta en las calles se complica más y los nervios invaden tanto al taxista como al reportero porque tantas maniobras con el taxi han incomodado a los muchachos, que parecen los dueños de la calle.

foto/ Paco de Luna

Más grafittis que niños jugando

Este sector colinda con las colonias El Sumidero, Las Torres y Nacional; también enlaza a la congregación El Tronconal. Está prácticamente en las orillas de la capital veracruzana, allá donde pocas veces entra la patrulla.

Pocas son sus calles pavimentadas, hay más postes y paredes rayadas por rmas o gratis que niños jugando en los patios.

“Pasa que hay miedo, sobre todo cuando cae la noche; todos nos guardamos bien”, relata brevemente doña Aurora una señora regordeta que acarrea leña para su fogón

El panorama que cubre la gran extensión de la colonia contradice los discursos políticos sobre el combate a la pobreza, a la inseguridad y a la desigualdad.

Aquí, los vecinos saben que entre el progreso y las promesas de campaña existe un abismo llamado “colonia Vicente Guerrero”.

Un bate, “por si acaso…”

Las casas están a medio pintar; las paredes construidas con bloques, sin revocar, ofrecen un paisaje grisáceo “y desesperanzador”, tal y como opina don Mario, el taxista, quien entre más avanza hacia las entrañas de la colonia, busca el bate con que se da valor, “por si acaso fuera necesario”, dice y sonríe más nervioso porque observó que el callejón está bloqueado con siete enormes piedras.

Este sitio está alejado de las áreas turísticas de la Atenas Veracruzana pero está muy cerca del temor, del miedo, del peligro; las calles son acaparadas por grupos de pandilleros que impiden el libre tránsito.

La colonia Vicente Guerrero se ubica a ocho kilómetros del centro de Xalapa; cuentan los vecinos del barrio que en algunas ocasiones sufren por las estigmatizaciones, pues en la ciudad, quienes saben de la existencia de esta colonia, creen que es una cuna de delincuentes.

Son las 5:30 de la tarde, la búsqueda por la escuela no tuvo éxito. Antes de salir de este sector, don Lauro, que vive en la loma y entrada a la calle Guerrero, comenta que aquí hay gente honesta y trabajadora.

Que aprendieron a vivir al margen de lo que sucedía y en ese eterno contraste entre las familias que no tienen nada para comer y algunos profesionistas que simplemente desperdician la comida.

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