María Teresa Carbajal Vázquez

 ¿Comer, ó pagar?

¿Me van a meter a la cárcel? Fue la primera pregunta que me hizo Carlos Abel, el día que lo conocí. Lo más importante para él era decirme su nombre, para que yo supiera quién era y enseguida poder sentir la confianza de que le respondería con verdad la pregunta principal, que a él lo había traído al Barzón. Pero, ¿No me van a meter a la cárcel? Interrumpía de vez en cuando nuestra plática para volver a escuchar mi respuesta, como queriendo que se le quedara grabada y poder recordarlo cuando se angustiara; pero sobre todo para estar seguro de que estaba entendiendo correctamente lo que decía.

Él –Carlos Abel- vive en Coatepec, Veracruz y se dedica a pintar casas, comercios, bardas y lo que le pidan porque además es rotulista, él vivía tranquilo porque nunca había tenido que pedir dinero prestado. Gastaba lo que ganaba y a su entender vivía conforme a sus posibilidades; hasta que un día llegó a su casa un “asesor financiero” así le llaman ahora a las personas que trabajan para las financieras colocando créditos, desconozco si se trata de una nueva carrera o qué tipo de capacitación o formación académica se les da a las personas que se dedican a esta actividad, aunque por la experiencia dudo totalmente que dicha formación lleve implícitas las recomendaciones de las más novedosas teorías de educación financiera, que pregonan algunas instituciones y que aconsejan en lo general, no sobreendeudarse, evaluar la capacidad de pago, y no hacer uso de créditos innecesarios.

Aquél asesor financiero llegó a casa de Carlos Abel, con la suerte de encontrarlo ahí, fue amable –según recuerda- y le preguntó si no le gustaría arreglar su casa, porque justamente ellos la empresa de Autofinanciamiento de la que venía tenían una “promoción” de préstamos para arreglar casas. No tengo dinero –respondió-, y ésa fue la puerta que Carlos abrió al inicio de una serie de problemas, miedo, angustia, y todo lo que implica la problemática de endeudamiento; porque de ahí se tomó el asesor para hacerle el ofrecimiento de la cantidad de doscientos mil pesos, que fue la cantidad que él asesor consideró que Carlos Abel necesitaba para remodelar su vivienda. ¿Es casa propia? ¿Tiene escrituras a su nombre? ¿Me las puede mostrar? Fueron las siguientes preguntas que le hizo, para decirle que con esos requisitos sería más que suficiente para que la Financiera pudiera otorgarle el préstamo que estaban ofreciendo, después se retiró dejándole una cita para el día siguiente en Financiera y hablar de los términos y fechas de otorgamiento de dicho crédito.

Una noche le llevó a Carlos Abel considerar la oferta, nunca nadie antes le había ofrecido un crédito específicamente para arreglar su casa, por lo que al día siguiente se presentó en la empresa de Autofinanciamiento ahí le dijeron que tenía que dar seis mensualidades cada una de un mil novecientos pesos. Haciendo cuentas, no era tanto el esfuerzo de reunir tal cantidad a cambio de doscientos mil pesos máxime que no pedían aval (por supuesto que el valor de su casa, garantizaba dicho préstamo). Como no era una cantidad que tuviera programada para no perderse la promoción buscó pedir prestado para tener ese dinero disponible, por lo que en una financiera solicitó nueve mil pesos con los que cubrió las primeras mensualidades ahí tenía que pagar doscientos veinte pesos semanales hasta completar diecisiete mil pesos que era la cantidad total a pagar por el préstamo de nueve mil.

Y como le faltaba para completarse una vez agotado dicho recurso, para no dejar de pagar las mensualidades aceptó un préstamo en otra financiera, ahora por tres mil pesos en donde tendría que pagar al final del préstamo en total la cantidad de doce mil pesos, por tres mil pesos que originalmente le prestaron. Pero como ahora eran tres mensualidades las que había que cubrir y sus ingresos habían bajado considerablemente, tuvo necesidad de acceder a un cuarto préstamo personal por diez mil pesos que no le alcanzó ni para pagar los intereses de lo que ya le había generado los anteriores préstamos.

Quiero decir que las cuentas de la cantidad final que iba a pagar, las obtuvimos aquí, al explicarle el por qué después de pagar tanto nunca terminaba de pagar y por el contrario cada día debía mas y en mas lugares; esas cifras finales no se las enteraron al momento de contratar dichos préstamos, por el contrario todo parecía tan fácil y las cantidades tan bajas que no se dio cuenta que terminó enredado en una maraña de intereses, que a fines del año pasado detonaba en cobranza abusiva, recibía llamadas y visitas de todas las financieras con la que se había comprometido y todos esos meses vivió para pagar intereses sin lograr bajar nada de las cuentas adeudadas.

¿Comer, ó pagar? Tuvo que decidirse por renunciar a la esclavitud que le había sido impuesta por las Financieras, al someterlo a pagos interminables y perpetuos, sólo así y a través de conocer cuáles eran sus derechos como deudor, y oponer resistencia civil a sus acreedores, ahora meses después, con la ayuda del está a punto de terminar de salir de sus préstamos, pagando lo justo.

Por supuesto que el crédito del autofinanciamiento no se le otorgó, porque cuando terminó de pagar las mensualidades acordadas, le salieron con que ahora necesitaba hacer otro pago para gastos de investigación de domicilio, solvencia, entre otros datos, y como ya no tenía más dinero para pagar, entonces le cancelaron la solicitud sin derecho a reembolso.

Esta es una muestra más de la irresponsabilidad de algunos Bancos y Financieras, para la colocación de sus productos, sin evaluar la capacidad de pago y sin mostrar de manera clara el costo total del crédito que permita al probable acreditado tomar la decisión libre y a conciencia de sí, contratar o no; por el contrario los “pagos chiquitos” son un espejismo tal que se piensa que nunca será problema pagar esos ‘poquitos’; hasta que la suma de tantos pagos terminan convirtiéndose en un problema en el corto plazo.

¡Hasta la próxima!

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