Lula Da Silva.

El capítulo brasileño

Por Plinio Soto Muerza 

Los sucesos en torno al ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, sólo vendrían a confirmar que los sectores más conservadores de la élite  brasileña mostraron que no están dispuestos a aceptar el triunfo del Partido del Trabajo (PT), y que su horizonte futuro pasa por la aniquilación del adversario. El encarcelamiento de Lula, promovida por el juez Sergio Moro sin pruebas contundentes y bajo el argumento de la defensa del Estado de derecho, nos ponen de nueva cuenta en las condiciones políticas previas a las dictaduras militares del cono sur.

Desde los círculos más conservadores la orden fue clara y directa; encarcelar a Lula, impedir que sea candidato presidencial, desarticular la política, involucrar a las fuerzas armadas brasileñas, amenazar a las instituciones democráticas, todo lo posible pero que no tenga oportunidad de gobernar de nueva cuenta Lula.

Los conservadores y la derecha brasileña más recalcitrante, mostraron que el verdadero objetivo no era Dilma Rousseff, sino el propio Lula, dirigente histórico de los trabajadores metalúrgicos y líder indiscutible de la izquierda brasileña agrupada en el Partido de los Trabajadores (PT).

En la nueva fase de su ofensiva, la derecha latinoamericana tiene un personaje a quien se le puede cargar todos los males sociales posibles, y para esta derecha, lo hecho por los tribunales brasileños es lo que debieran seguir sus homólogos en Argentina, Ecuador, y que decir de Venezuela, donde no sólo quisieran llevar presos a todos los dirigentes chavistas, sino que incluso desean llevarlos hasta el paredón. De gran tamaño es el diseño estratégico contra los gobiernos progresistas latinoamericanos. Atrás han quedado los discursos democráticos incluyentes, la democracia de todos, la apertura a los espacios de decisión gubernamental. Con la campaña mediática contra Lula, han regresado los golpistas enseñando los fúsiles.

El encarcelamiento de Lula recuerda que no sólo se gana los aparatos de gobiernos, sino que debe de construirse el poder desde abajo y entre todos. Lo que hoy resulta claro es que el poder legalmente construido, al final sólo beneficia a los poderosos de siempre.

El error de Lula y del PT brasileño fue creer que se podía confiar en ese poder constituido, y que la etapa de democratización en Latinoamérica daba las condiciones para abrir el cauce legal de participación del pueblo. Por eso Lula fue dejando atrás a sus aliados históricos, al Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST), así como un vasto contingente de organizaciones populares, que siempre le advirtieron, al PT y a Lula, que no se podía confiar sólo en tener las oficinas de gobierno, sino que debían abrirse profundos canales de participación popular, para lograr definir un nuevo tipo de poder popular. Hoy el PT brasileño ve con preocupación como el telón de la democracia liberal brasileña cae para anunciar el retroceso de esas propias instituciones democráticas. La ley al servicio de los poderosos de siempre se ha impuesto contra Lula.

Hasta el momento, la respuesta del propio Lula da Silva ha contado con una claridad que abruma. Entregarse y convocar al pueblo que lo sigue a ser uno sólo, y buscar movilizarse para derrotar la ofensiva de la derecha conservadora, es una excelente señal de que no todo está perdido. Falta saber si es tarde o aún hay tiempo para enfrentar con éxito las duras pruebas que tiene por delante el pueblo brasileño.

Por otro lado, las lecciones que se deben de aprender de las jornadas brasileñas en otras latitudes son muchas y muy concretas. A menos de 82 días para la jornada electoral del 1º de julio, en México los sectores más conservadores arrecían la campaña mediática contra AMLO y sus aliados. Los niveles de paranoia son tan alarmantes en personajes carentes de escrúpulos y tan mentirosos, que no les importa falsear la realidad para detener el movimiento de renovación de la vida pública que encabeza el tabasqueño. Embusteros como Pablo Hiriart, Jorge Fernández Meléndez, Jorge Castañeda o Héctor Aguilar Camín, han rearmado sus baterías a fin de buscar crear la percepción de que AMLO y su movimiento terminarán siendo como “Lula de corruptos”, o bien, se afanan en buscar  similitudes con el chavismo

Vivimos un momento difícil para los movimientos sociales, que pueden identificarse a la izquierda del espectro político, y si bien morena no representa fielmente a la totalidad de la izquierda histórica mexicana y su candidato se ha colocado más en el centro político, para los mentirosos y defensores del estatus quo, la amenaza es tan grande, que no se debe de dudar que ante el avance de AMLO en todas las encuestas, el plan de desestabilización a implementar en un posible escenario de gobierno de morena y sus aliados, se ha echado a andar. Cuentan para ello con las lecciones brasileñas: acusar a AMLO de corrupto, minar su credibilidad, romper la base electoral no tradicional de morena que se apresan a votar por él; confundir por medio de la mentira, golpear a sus aliados, chantajear con la violencia.

Si alguien creía que el proceso impulsado por el movimiento de AMLO terminaba con el triunfo electoral, dista mucho de la realidad. El 1º de julio sólo da comienzo la verdadera batalla por el país, y el capítulo brasileño se vuelve imprescindible en el análisis.

 

 

 

 

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