Gabriel García Márquez y Jorge Ruffinelli en el panteón de Tlacotalpan (Fuente: Tlacotalpan y el renacimiento del son jarocho en Sotavento).

 

Karina de la Paz Reyes Díaz/ UV

Xalapa, Ver.- La singular arquitectura y el colorido de Tlacotalpan, su gente de todos los días, el río Papaloapan, un grupo de pescadores del siglo pasado, fandangos, pero también Arcadio Hidalgo, Higinio “El Negro” Tadeo, Esteban Utrera, la gran zapateadora María Baxin luciendo su enagua bajo una hilada de mazorcas y más adelante Nora Lara con su larga cabellera, son sólo algunas de las imágenes de Tlacotalpan y el renacimiento del son jarocho en Sotavento, la obra más reciente de Bernardo García Díaz, adscrito al Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales (IIH-S) de la Universidad Veracruzana (UV).

El volumen –que se desarrolló con la colaboración de Hilda Flores Rojas–, basado en una amplia bibliografía, pero también en algunas fuentes primarias y entrevistas, es “un regalo a la vista y el alma”, pues además de una vasta investigación sobre el lugar del siglo XVI a la fecha, exhibe fotografías antiguas y contemporáneas de paisajes, escenarios y personalidades insignes de esa región o que por distintos motivos la han visitado, tal es el caso del Premio Nobel de Literatura 1982, Gabriel García Márquez, el crítico literario Jorge Ruffinelli, la actriz británica Geraldine Chaplin o el cineasta chileno Miguel Littín.

“Es un libro exuberante, porque iconográfica y visualmente es muy rico. Son casi 15 fotógrafos que colaboran con imágenes blanco y negro y a color. Además, lo mismo hay foto histórica que contemporánea, a lo que le agregas algunos mapas y pinturas. Ver ese libro, sin leerlo, es un regalo a la vista, pero además el texto es serio, informado y fluido como el río Papaloapan”, explicó el historiador en entrevista para Universo.

Los fotógrafos que participan en la obra son: Alan Morgado, Teúl Moyrón, Rodrigo Vázquez, Pedro Hiriart, Salvador Flores, Silvia González de León, Héctor Juárez, Julio Jaimes, Mario Cruz, Javier Hinojosa, Sinuhé Medina, Luis A. Montero, José Elías Nemer y Bernardo García. Cabe destacar la participación especial de Mariana Yampolsky.

Tlacotalpan y el renacimiento del son jarocho en Sotavento todavía no estaba impreso y ya había causado revuelo, a grado tal que fue presentado en versión virtual el martes 12 de abril en el Auditorio del ex Convento Betlehemita, sede del Instituto Veracruzano de la Cultura en el puerto de Veracruz, como parte de las actividades del XX Congreso Internacional de la Asociación Mexicana de Estudios del Caribe, A.C., “El Caribe en el mundo. Dinámicas y reconfiguraciones”.

Además, será presentado, ya impreso, el viernes 22 de abril en el 4to. Encuentro de Son Jarocho 2016 “Fiesta de las jaranas y las tarimas”, en el Centro Nacional de las Artes en la Ciudad de México.

Se trata de una obra que entrelaza dos temas: la historia del pueblo de Tlacotalpan y el renacimiento del son jarocho, “dos garbanzos de a libra”, explicó el propio autor. “Además, estas historias no las combinas porque a ti se te ocurra, sino porque deben ir juntas. Mucho del fulgor de Tlacotalpan tiene que ver con el renacimiento del son jarocho”, justificó.

El texto, explicó, es un recuento panorámico de la historia de Tlacotalpan, con vertientes como el auge económico a raíz del comercio fluvial y del desarrollo agrícola, que permitió el singular logro urbano de La Perla.

“Tlacotalpan fue un centro de las comunicaciones, porque todo el transporte era por agua, cuando llegó el ferrocarril (por Tierra Blanca) todo cayó y más tarde se agudizó por la carretera (por Alvarado), que pasa muy lejos, entonces regresó a su condición de isla. El puente que hoy conocemos es de los años setenta, antes tenías que llegar en panga, era una aventura”, precisó.

También trata el afromestizaje, esa combinación de españoles, indígenas y africanos, y la cultura jarocha que se vincula directamente con el Caribe.

“En el libro hay un mapa francés del siglo XVIII –facilitado por la Biblioteca Nacional ‘José Martí’ de La Habana, Cuba– que no es para adornar, sino para recordarle al lector que no se entiende el sur de Veracruz, el Sotavento, sin su relación con el Caribe, principalmente con Cuba, pero no solamente con la isla, porque era una relación permanente entre la que había con El Caribe.”

Así como Bernardo García Díaz analiza el auge, también lo hace con el periodo de declive: “Curiosamente la decadencia fue lo que salvó a Tlacotalpan. Libros como Arquitectura vernácula de Sotavento, de Francisco García Ranz, te explican que esta arquitectura era la que había en Jáltipan, Tuxtepec, Otatitlán, Cosamaloapan, Alvarado, Santiago y San Andrés Tuxtla, pero Tlacotalpan fue el único lugar donde se logró conservar de manera más integral, por la decadencia económica”.

Para él, esa decadencia económica fue una especie de compensación de la vida o de la historia, porque permitió que el tejido urbano del lugar se conservara. “En otras partes no, en ellas llegó la modernidad, la inversión y tumbaron casas. En cambio, Tlacotalpan entró en crisis en los años veinte y desde ahí hasta los ochenta todo el tiempo perdió población”, pero al mismo tiempo conservó su estructura urbana y arquitectónica.

La pretensión del investigador de la UV, en lo que refiere a la historia de Tlacotalpan, es explicar cómo es que llegó a ser lo que es, cómo logró conservarse. “La gente pregunta ‘por qué está aquí esta magnífica ciudad, en medio de los campos ganaderos, de los ranchos’, pues tiene una explicación histórica”.

En lo concerniente al renacimiento del son jarocho a partir de los ochenta, detalló que fueron varios elementos que se conjuntaron: músicos talentosos, que se volvieron promotores, y un buen momento de la política cultural del estado, pues nació el Instituto Veracruzano de la Cultura, fundamental para apoyar el movimiento; por otro lado, la Dirección General de Culturas Populares, con Guillermo Bonfil Batalla al frente, tuvo un papel muy destacado en el tema, en particular la sede de Acayucan.

“Entre músicos jarochos e instituciones estatales eso fue como un cerillo en un campo seco. Fue una cosa impresionante, porque salvo en Los Tuxtlas que estaba un poco más conservado, en general el son jarocho iba en picada. Era una música de viejos y ahora lo están tocando cientos de niños y jóvenes, mujeres y hombres, en la ciudad y en el campo, en México y fuera del país.”

Para García Díaz, el movimiento del son jarocho catalizó un mayor reconocimiento hacia la belleza de Tlacotalpan, y al revés, el son jarocho encontró un escenario espléndido, maravilloso. “Fue una retroalimentación”.

Tlacotalpan y el renacimiento del son jarocho en Sotavento “es un libro celebratorio, porque la cultura popular te da oxígeno, te alimenta para hacer cosas en la vida. Además, te da cohesión social. En estos momentos de individualismo y violencia, es una maravilla que haya expresiones como el fandango. Al son jarocho se le da importancia, pero no la suficiente, tampoco a otros géneros como el maravilloso son huasteco”, subrayó.

Finalmente, remarcó que Tlacotalpan es un caso particular y especial, pero no es el único. “En Veracruz se posee una riqueza en cuanto a la cultura popular inimaginable, pero sin el reconocimiento que debería tener”.

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