Vista del Palacio de Gobierno. Fotografía de Héctor Montes de Oca.

La realidad: rémoras y sátrapas

Francisco Cabral Bravo

En este texto abordo el siguiente tema: ser servidor público no es trivial. Estoy convencido que a diferencia de otros caminos profesionales, ser servidor público tiene algo de vocación. La vocación de servir, la ambición de lograr cambios para impulsar el desarrollo de un país, un estado, un municipio. Ser servidor público en México en esta época no debe ser nada fácil. Lo que debería llenar de orgullo y satisfacción hoy se asocia, lamentablemente, con ambición personal y con deshonestidad.

Los abusos de muchos repercuten en la mala fama de los otros, quizá de la mayoría. Sé que estamos cansados de oir las historias de corrupción, de gobernadores, legisladores, presidentes de partidos, líderes sindicales, alcaldes y básicamente de cualquier cargo político. Es agotador seguir escuchando de los robos sin fin en Veracruz, del desfalco del territorio de Quintana Roo, de los departamentos de Miami, de los contratos asignados a los amigos y de las licitaciones a modo. Es agotador enterarse una y otra vez del descaro y cinismo de algunos mal llamados servidores públicos.

Sin duda, como en todo tipo de empleo se necesitaran personas capacitadas para desempeñar diferentes labores. Se necesitan personas ejemplares en puestos relevantes. Ejemplares en todo el sentido de la palabra. Con sus acciones dan el ejemplo. Ahí necesitamos a personas capaces de enfrentar los retos de un país, un estado, un municipio y capaces de hacerle frente a las resistencias que tendrán para lograr cambiar las cosas. La solidez técnica es un requisito necesario, pero no suficiente,

Hoy tenemos un presidente que aceptó haber citado mal (lo que en cualquier ámbito académico en el mundo se llama plagio) en su tesis. Este error abarca la tercera parte de las tesis. No es un error pequeño. Hace un par de semanas, en el análisis de los candidatos para ocupar el cargo fiscal anticorrupción, se descalificó a dos por haberse copiado en su ensayo.

No perdamos de vista la dimensión del asunto. Estas dos personas aspiraban a uno de los puestos más delicados en el país. Una plaza nueva para un nuevo sistema anticorrupción que nos permitiría ir enfrentando ese gran problema que ha mermado la confianza, la eficiencia y el desarrollo del país. Las personas que aspiran a ese cargo, por lo menos en mi mente, tendrían que tener aparte de los requisitos técnicos necesarios, la solidez en principios que les permitiera hacer su trabajo honestamente y sin conflictos de interés. Tendrían que tener antecedentes impolutos en temas de corrupción. Para postularse al cargo los candidatos tenían que presentar un ensayo. Dos candidatos se copiaron en el ensayo que presentaron.

No nos dicen y no es necesario quién copió y quién se dejó copiar. Parece un debate en un colegio, alguien copia en el examen, el otro se deja. Eso incluye desde luego, a las universidades.

¿Qué dice de los valores de una sociedad el que dos personas que quieren ser fiscales anticorrupción se copien en sus ensayos?
Dos personas que quieren combatir desde lo alto esas prácticas corruptas de las que nos quejamos todos, son corruptas en lo más elemental del puesto, en su ensayo de postulación. Ahí está el papel ejemplar que juegan los servidores públicos. Los servidores públicos no son mártires ni deberían serlo. Recientemente se ha propuesto disminuir sus salarios. Me parece un error. De entrada, valdría la pena recordar que los salarios reales de los trabajadores al servicio del Estado se han ido deteriorando con los años. Además, entre menores sean los salarios que se pagan en el sector público, se atraerá a personas menos capacitadas que estarán dispuestas a ganar menos, abriendo aún más la puerta a las corruptelas, y personas más capacitadas incluso con vocación de servicio público, serán atraídas al sector privado.

Las propuestas de austeridad presupuestal recortando sueldos son sólo demagógicas y crean incentivos perversos. La austeridad no está en los sueldos. Recordemos que los bonos, dietas, compensaciones extras, prestaciones adicionales, no están en los salarios.
La austeridad debería estar en el gasto superfluo. Esos recortes salariales son ahorros mal entendidos.

Hay que revalorizar el papel y la función que cumplen los servidores públicos, pero hay que hacerlo acompañados de los controles necesarios para impedir abusos de poder y frenar actos de corrupción. Bajar sueldos no será la solución. Todo lo contrario, agrandará el problema.

El dinero no cambia a la gente, simplemente revela como es. Y en la política, poder y dinero van de la mano.

Por eso no es extraño, con excepciones claro ver en nuestros políticos cambios de actitud radicales de cuando llegan a cumplir una encomienda local o cuando se trepan a una posición federal, ya sea en el gobierno o en el legislativo.

Son cosas que se callan, pero que mueven a risa. Son muchos los que llegan eructando barbacoa y aguardiente y que en un par de años rechazan botella de vino en los restaurantes de postín en los que piden salmón y caros platillos. Son asiduos a las tiendas más caras, se mandan a hacer camisas a la medida y se sienten galanes de moda o mujeres del jet set.

Son algunos servidores públicos de gran inteligencia y de enormes complejos que después terminan jugando golf.

Dejar una respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here