Imagen ilustrativa.

Mario Mijares

Nietzsche nunca supo si ésta obra sería divulgada, pero sin duda es un libro que demuestra la triste incomprensión para el autor. Además nos ayuda a redescubrir la estupidez humana.

1.- Se argumenta que la misoginia es más antigua que la tragedia y comedia de la literatura griega, y que ésta se remonta al menos hasta Hesíodo. Sin embargo, Antípatro no menciona en dónde se encuentra la palabra misoginia en la escritura de Eurípides, simplemente expone la creencia del hombre que odia a las mujeres. La imagen misógina del autor también se encuentra en el “Banquete de los eruditos”, en donde se confirma la notoriedad de Sófocles sobre el asunto en cuestión.

Sin duda Nietzsche es uno de los sabios de la modernidad, ya dentro de su aparente locura y edad avanzada. Escribió el texto Mi hermana y yo, así de manera desparpajada, firma numerosos párrafos recriminando el comportamiento natural de la mujer. Confiesa la relación incestuosa con su hermana Elizabeth, que según él, lo llevó por caminos insospechados, mismos que están plasmados en sus distintas obras. En uno de sus renglones de inicio expone:

Me ahogo en el sofocante vació de la vejez, sin amor, sin vida, sin el canto de las sirenas, que me devuelva a mi ser vital, coronado una vez con la verde guirnalda de la gloria.” El amor de una mujer es en verdad un bálsamo para el alma herida, pero el incesto es un jardín cerrado, una fuente sellada, donde las aguas de la vida se secan y las flores recién abiertas se marchitan con sólo tocarlas.

En seguida plasmaré algunos párrafos directos de la pluma de Frederick, con la idea de que éstos sean conocidos y analizados, pero sólo tienen que ser aquellos hombres pensantes que no tengan fobia ni miedo a la sinceridad de un ilustrado.

2.- “He sido injuriado porque dije en Más allá del bien y el mal que debiéramos considerar a las mujeres una propiedad, tal como lo hacen los orientales: las mujeres son la única propiedad privada que tienen el control completo sobre su dueño. Así como la maquinaria de nuestro siglo industrial, ha llegado a ser humana y usa un cinto de cuero para vapulear las manos de la máquina y esclavizar, la mujer es el monstruo de Frankenstein, construido con el material de los cementerios sociales que persigue al hombre hasta su condena. Mi consejo de ser duro con ellas es tan ridículo, tal como sería la lección de un ratón nietzcheano, en una convención de ratones, de ser inflexibles con el despótico gato.”

“Siempre expresé el deseo de haber vivido en la Atenas de Pericles o en la Florencia de los Médici, porque en estos dos siglos dorados se consideraban a las mujeres como obras de arte y, no de aspirantes a trabajar en un taller o una fábrica de encurtidos. Aspasia es mi mujer ideal (también la mía) que sobresale en ambas artes, el horizontal y el vertical, en el amor y en la sabiduría, y durante un tiempo pensé que Lou (su mujer) era mi sueño de Aspasia que se convertía en realidad. Mi ilusión ha sido causa de mi derrota.”

Sócrates dijo de ella; “No sólo era la más hermosa de las mujeres, sino también una mujer de inteligencia y de carácter, encanto y ternura, y mucho le deben las mujeres de Atenas.”

“La guerra civil en casa se dividía entre mi madre, mi hermana y mis tías. Una guardia palaciega de faldas me vigilaba; yo era un monarca prisionero en su propio castillo, y cuando escribí; si te acercas a una mujer no olvides el látigo, provoqué el pánico en la familia. Mis tías lo tomaron seriamente y se retiraron con rapidez, pero mi hermana y Mamá se mantuvieron junto a sus cañones y dispararon injurias hacia mí. De acuerdo a mi experiencia como antiguo artillero, naturalmente devolví el ataque. Pero finalmente ganaron ellas, porque no pude llevar a cabo en mi vida privada la máxima de Hobbes que adopté: En la guerra, la fuerza y el fraude son las dos virtudes cardinales.”

Frederick sostuvo relaciones todo el tiempo con prostitutas, quizás rumiando todo el tiempo lo que Targelia directora de la escuela de cortesanas en oriente en la que se educó Aspasia quien aseguraba: Los hombres se cansan pocas veces de una concubina encantadora, pero se hartan invariablemente de sus esposas. Las concubinas saben divertir a un hombre y, al fin y al cabo, ésa es la auténtica función de una mujer.

¡Oh, ramera de Babilonia, cúbreme con tus pecados!

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