Enrique Peña Nieto durante su campaña en Veracruz en 2012.

Por favor lea esto, la crisis

Francisco Cabral Bravo

No sé si usted tenga tiempo para leer. No lo digo como insulto. Pero me resultaría imposible entender las decisiones que ha tomado, y particularmente las que ha dejado de tomar, sin atribuirlas a que usted no lee mucho, infinitamente más inteligentes que yo, escriben a diario en columnas como la mía. Le prometo le tomará sólo unos minutos.

He seguido su trayectoria desde cuando era gobernador del Estado de México. Me dio la impresión de ser un buen tipo, con quien era fácil dialogar, pensé que usted era un pragmático, pero además, con la impresión de su concepto de lealtad.

Quizá eso explica que haya usted mantenido en su gabinete a gente que merecía haber salido hace mucho tiempo, gente que lo ha dañado a usted, a su administración y al país.

Su nivel de aprobación es quizá el más bajo jamás registrado, porque innecesariamente usted ha sido el pararrayos de la incapacidad y del cinismo de quienes lo rodean. Ha solapado niveles de corrupción que aún en México son escandalosos. ¡Vamos! Me refiero a actos deshonestos que hicieron Javier Duarte de Ochoa en Veracruz, o Borge en Quintana Roo, provocarían que un dictador africano se sonrojara. Hay enormes vacíos de información sobre lo que hicieron quienes ya no están, pero también entre quienes siguen ahí, usted sabe quiénes son, y no merecen su lealtad. Cuando esos vacíos prevalecen, lejos de olvidarse, se pudren. Pasa usted de ser tolerante a cómplice.

A veces hace falta poner distancia para ver las cosas con más claridad. El problema de tanto gobernador prófugo es que todos asumimos que usted no quiere encontrarlos. ¿Qué cree? Ya lo asumimos, y usted paga un costo elevadísimo.

¿Por qué no al menos obtiene el beneficio de ser usted quien mete a la cárcel a tan nefastos personajes? Hoy cuesta decir y saber quiénes somos. Cuesta, sobre todo, encontrar canales y espacios de representación capaces de expresar y darle algún armazón común a nuestras diferencias. Marchas convocadas desde la intención de hacer presente lo que nos une que terminan evidenciando y amplificando nuestras divisiones. Corrupción fuera de control, cuya exhibición pública no consigue producir castigos ni consecuencias.

Violencia que no cesa, inseguridad que no termina, feminicidios que siguen ocurriendo sin que se vislumbre justicia, salida u horizonte de resolución posible. Mexicanos divididos tanto en lo material como en lo simbólico; somos habitantes de un mismo territorio que no encuentran cabida en nada compartido, nada que suene deseable o, incluso presentable.

Será su administración la que marque el inicio del retroceso de México como país ejemplar en el manejo responsable y ortodoxo de sus finanzas públicas. No es algo menor. Llegan a su fin más de 20 años de ejemplar disciplina en el gasto, a pesar de partidos distintos en el poder, de gradualmente “pesificar” nuestra deuda pública, de ganar credibilidad para permitirle al gobierno emitir deuda en pesos a plazos largos, y en dólares a costos a los que solo aspiran deudores confiables. Su gobierno presenciará la primera reducción en la calificación de crédito del país y, potencialmente incluso el que se nos retire el “grado de inversión”.

Lo sorprendente es que ese daño se ha hecho en forma consciente, privilegiando objetivos y tiempos políticos. Lo peor es que posponer el ajuste al precio de las gasolinas o la indispensable racionalización del gasto, ni siquiera rindió frutos, pues su partido fue aplastado en las elecciones estatales.

Ahora, se topa con una combinación terrible. El “gasolinazo” ocurre cuando el precio del petróleo es más alto, el peso más débil, el vecino cuestiona nuestra amistad, y su aprobación está por los suelos. Además hay elecciones en tres estados para gobernador y municipales en Veracruz, sumamente importantes. El pésimo manejo de las finanzas públicas lo pone en un callejón sin salida.

Dejará al país mucho más endeudado (50% del PIB vs 30% cuando llegó el poder), con demasiado gasto superfluo y poquísima inversión pública.

La confianza de los empresarios en la economía mexicana acentúo su tendencia a la baja durante febrero, ante las presiones inflacionarias y el bajo crecimiento, principalmente, lo que repercute en las intenciones de invertir.

El índice de Confianza Empresarial (ICE) en el sector manufacturero cayó a su menor nivel desde 2009 y en el caso de los sectores comercial y de la construcción el indicador bajó a su más bajo escalón desde que hay registros disponibles a partir de 2011.

Es imposible competir por una inversión con nuestros vecinos, que reducirán fuertemente tasas impositivas. No tenemos margen para imitarlos.

Lo bueno de su 7% de aprobación es que la distancia a cero es muy corta. Tiene poco que perder y 93 puntos que ganar. ¡Juéguesela! Defienda su legado, que no es menor. Sus reformas energéticas y de telecomunicaciones son históricamente trascendentes, y le dan a México un potencial de crecimiento muy superior, pero están en peligro.

Nos quedará a deber una reforma judicial indispensable, una reforma educativa de verdad, y una reforma fiscal sensata. Se le acabó el tiempo. Pero podría ser quien detone la bomba anticorrupción.

¿Necesita blindarse con una amnistía para hacerlo? No lo sé.

Quizá no haya opción para evitar que muchos poderes, públicos y privados, boicoteen el intento.

Pero, nombre un fiscal anticorrupción inobjetable y empodérelo. El resultado sobrepasaría a todas sus reformas sumadas, y más aún, las protegería como legado.

Pase a la historia como quien se atrevió a empezar el cambio. El riesgo de no hacerlo es enorme para usted, pues nada será más políticamente rentable para su sucesor que hacerlos pedazos a usted y su legado.

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