AMLO.

Articulista invitado

De tigres de papel a tigres que quitan el sueño

Plinio Soto Muerza

La declaración de Andrés Manuel López Obrador el pasado 11 de marzo en la Convención Bancaria, que se celebra cada año en el puerto de Acapulco, ha despertado un ola de descalificaciones por parte de los siempre críticos del candidato de morena, que han visto en esta declaración, la prueba fehaciente de la semejanza entre el morenista, Chávez y Maduro; ahí está la barbaridad de señalamientos, muchos de ellos fuera de lugar y de contexto, de articulistas como Pablo Hiriart, Jorge Fernández Meléndez, o Guillermo Sheridan, que ven amenazas descomunales donde hay sólo hay una opinión versada de lo que puede pasar en este país.

En el debate suscitado por tan potente declaración de tigres y domadores, una anécdota me viene a la memoria.

Hace doce años, para la tercera Asamblea Nacional Informativa convocada por AMLO, el domingo 30 de julio del 2006, entre los contingentes de Veracruz que ese día se desplazaron a la Ciudad de México, un señor de avanzada edad, Don Bartolo de un municipio serrano pegado al Volcán del Pico de Orizaba, al llegar y antes de incorporarse a la movilización, le confesó a Belén, joven dirigente del PT y a algunos compañeros que estaban con ella, que él si se había logrado despedir de sus hijos, de sus nietos y de toda su familia, que él tenía perfectamente claro que a lo mejor no regresaba y que si era necesario tomar Palacio Nacional no iba a echarse para atrás.

La historia registra que ese día AMLO llamó ante más de dos millones de personas, las cifras oficiales dirían que cerca de 200 mil personas, a instalar un plantón que iniciaba en el Zócalo capitalino, continuaba por la calle Madero y Avenida Juárez y tomaba el Paseo de la Reforma.

Al final del día, el plantón de Reforma significó una decisión arriesgada, pero a todas luces insuficiente para lograr el recuento voto por voto y revertir el apretado resultado electoral del 0.56% entre el ganador y el segundo lugar.

Don Bartolo regresó a su comunidad, claro después de pasar más de 47 días en el plantón sin perderse ni una sola asamblea informativa diaria que tenía lugar a las seis de la tarde. Como muchos asistentes a la Asamblea Nacional del 30 de julio, el regreso significó una derrota porque al final, no se realizaron acciones contundentes para limpiar las elecciones presidenciales.

Algunos analistas que hoy vuelven a la carga contra AMLO blandiendo el discurso del fantasma de Venezuela o de la intervención rusa, han considerado que la acusación de AMLO en el 2006 del fraude electoral fue descabellada y que el daño a la democracia mexicana ha sido enorme por el desprestigio a las instituciones, pero nunca hablan o se detienen poco, a revisar que el señalamiento de fraude no estriba sólo en lo acontecido en la jornada electoral de ese domingo 1º de julio, sino que se inscribe en un proceso inequitativo, que lo mismo incluye la intervención del presidente Fox como a los gobernadores en turno para favorecer a un candidato. Se olvidan los pregoneros de la democracia mexicana, que por actos similares en otros países, las autoridades electorales han tenido que anular las elecciones para lograr la certeza de quien ganó y quien perdió.

El fraude del 2006 no fue una invención derivada únicamente de los sucesos del 1º de julio, sino que abarcó un proceso de meses, para lograr evitar que ganará la presidencia quien hoy de nueva cuenta compite, y con la experiencia de los años, ha soltado la frase: “si las elecciones son libres, son limpias y pierdo, me voy a Palenque, tranquilo, pero si se atreven a hacer un fraude electoral, yo me voy también a Palenque, y a ver quién va a amarrar al tigre. El que suelte al tigre, que lo amarre, ya no voy a estar deteniendo a la gente”.

El “tigre” ha sorprendido a los siempre críticos y no tan críticos de AMLO, sin que puedan lograr entender a plenitud el mensaje, quedándose en la visión superficial del discurso.

Para estas plumas de opinión, AMLO ha retado a la democracia mexicana una vez más, la ha puesto en amenaza, es un chantaje y por lo tanto no puede ni merece ser presidente. Estas plumas se niegan a ver la realidad y no están al tanto del enojo social, del hartazgo existente en amplios sectores de la población que ven en esta elección, la última oportunidad de creer en las instituciones, y pensar que los cambios son posibles desde las mismas instituciones.

De fallar en esta ocasión las instituciones encargadas de procurar una vida democrática, la “política” como complicidades e impunidad se enfrentara a la política de las masas, que en esta ocasión pudieran no contar con la persona que ha servido para contener el enojo y la crispación social.

El fraude electoral no puede medirse solamente como las acciones que alteran la voluntad ciudadana el día de la jornada electoral, sino el proceso en el cual se desarrolla la campaña. Si hay intervención ilegal desde las esferas del gobierno federal o de los gobiernos estatales para tratar de manipular el voto, por medio de los programas sociales o cualquier otro medio, se construye el fraude; si hay obstinación de los poderes económicos para manipular la opinión pública, o bien se hacen presenten las prácticas antidemocráticas para inhibir el voto libre, hay fraude; o si hay una constante intervención de los gobiernos federal o estatales, para tratar de aplastar una opción política, hay fraude.

Una prueba de lo anterior es sin duda Veracruz. Fiel a sus bravuconerías, el gobernador Yunes ha entrado en la ruta de la confrontación. Este fin de semana ordenó la detención de una brigada de profesores de la sección 7 con sede en Chiapas, y que habían acudido a la capital Xalapa para un mitin y una acción de brigadeo contra la reforma educativa, y fueron detenidos cuando ya se dirigían a su estado. Es decir, fueron detenidos por venir a Veracruz a realizar un acto político, en un día no laboral para los maestros.

El argumento del autoritario Yunes, ha sido porque los maestros habían venido a bloquear una avenida en la capital veracruzana. ¡Que alguien le recuerde que su partido incluyendo a su hijo, tomaron el palacio de gobierno en los días finales del duartismo, y que fueron parte de marchas y protestas! La acción del yunismo autoritario sólo se inscribe en la lógica de la provocación y de la configuración de una intervención más abierta en el proceso electoral, buscando asegurar el triunfo de su hijo en la batalla por la gubernatura y evitar que gane AMLO en el estado y se fortalezca la posibilidad de un eventual triunfo opositor morenista en la elección para Presidente de la República, algo que sin duda le quita el sueño.

Recientemente en la ciudad de Perote, y en presencia del propio Peña Nieto, Yunes se ha lanzado una vez más contra AMLO y ha jugado con la metáfora del tigre, evocando que el tigre del que se hablo en la Convención Bancaria, sólo es de papel. El discurso autoritario de yunes comprueba que está dispuesto a ir al fraude y a la confrontación. Sin reconocer que sus bravuconerías son proporcionales a sus miedos, ha decidido intervenir en el proceso electoral desde su posición pública como gobernador.

El pavor que tiene de que gane AMLO lo hacen ver tigres de papel y no los verdaderos tigres que como Don Bartolo en el 2006, están observando atentamente. En este 2018, los agravios simplemente ya son insoportables.

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