Clementina Guerreo y Sara Ladrón de Guevara. Imagen de archivo.

Kairós

Gobierno VS Universidad Veracruzana: hiperrealismo del absurdo

Francisco Montfort

Negarse a ver el mal es otra forma de participar en el mal. Por acción o por ceguera auto inducida, los seres humanos arruinamos vidas y destruimos instituciones. En este último caso, arrasamos con expresiones tangibles de nuestros deseos de potenciar nuestras fuerzas individuales. Aunque en México, y en Veracruz, en el ámbito de la administración pública, el mal, el proceso destructivo siempre involucra a la activa minoría de los ejecutantes y a la siempre conformista mayoría silenciosa. Los primeros con el engaño y la mentira como forma de dirección de una institución. Con el ocultamiento de la realidad pretenden construir la desmemoria de la palabra que puede enfrentarlos con la verdad. No trabajan para la fama institucional y el bien de la sociedad. Dan prioridad a sus placeres personales, en primer lugar al goce del poder temporal, pero sin límites, por encima de las leyes. Disfrutan de la efímera fama, del manejo de los presupuestos públicos que les proporcionan elevados ingresos, que a su vez, les permitirán vivir en el ocio en la abundancia. No conocen límites: entronizan al idiota de la familia y a sus amigos y destruyen a quienes ven como adversarios.

La otra forma del mal es la conducta de la mayoría que prefiere voltear la cara a otra parte y desentenderse de los excesos y desfiguros de sus autoridades. Una mayoría que en voz baja envidia y desprecia a quienes la dominan, aunque aparenta disfrutar con la vida de lujo de sus directivos. Inclusive hace alarde de su dependencia hacia ellos con tal de que no la molesten o, mejor aún, para que la favorezcan. Acepta todo mientras a esa masa, los directivos le permitan hacer gala de su conformidad. Si los problemas no los afectan, los miembros de esa mayoría se desentienden de las atrocidades de sus autoridades. Se aposenta en esa mayoría un ansia desproporcionada e irracional: la de acomodarse al mal, siempre y cuando aquellas conductas no disturben, y peor aún, no destruyan, su zona de confort. El caso más alucinante es el de la inseguridad pública, que amplía y amplía sus círculos infernales ante la mortal indiferencia de la gran masa.

La mezcla de malos olores del poder sin límites y de la dejadez de la masa, este año en Veracruz, no se la ha llevado el viento del norte. No la ocultan más el engaño, las mentiras, el secreto, la desmemoria de las palabras. Se había convivido con esa desagradable mezcla hasta que los olores, ahora, parecen emanar de todos y cada uno de los ciudadanos. Porque los problemas nos empiezan a sacar de nuestra zona de confort. Y hemos empezado a gritar, todavía tibiamente, las desesperanzas. Llevamos casi 18 años de ejercicio de un poder absolutista, sin límites, desbordado, cínico, presuntuoso. La hediondez llegó a nuestros hogares. Se han mezclado los malos olores que descienden de las habitaciones del Príncipe con los olores que emanan desde la miseria de los ciudadanos. El ambiente se ha hecho irrespirable, incómodo, insoportable.

La ceguera autoinducida del mal parece evaporarse. Menos por decisión propia para mirar y aceptar la visibilidad de la realidad que había sido ignorada y más porque el ser acomodaticio del anonimato comienza a sufrir los males de la descomposición. Porque en la Universidad Veracruzana no ha reinado la ceguera lúcida y profética de Homero, Tiresias, Demócrito. Tampoco la “astucia de la patología ocular del Lazarillo de Tormes”. Ni la videncia de tuertos como John Ford, Fritz Lang, Raoul Walsh, André de Thot, Nicholas Ray. (Manuel Pereira. Oftalmicultura. Letras Libres. pp. 87/88. Enero 2016). Las <<cuencas vacías y sanguinolentas de ciegos y tuertos>> universitarias tienen por raíz la mezcla de la ceguera del poder y de la conveniencia, el interés de los directivos y la visión de acomodarse a los males de la mejor manera posible de la mayoría.

La responsabilidad siempre llega tarde en nuestro país. Cuando sus condiciones de ejercicio son en extremo débiles. Desemboca cuando hemos perdido oportunidades, tiempo, recursos. Aterriza cuando parece no quedar más remedio que aceptar las consecuencias el mal. Cuando las conductas de reparación son tan duras, que surgen las ataduras de la autoinculpación, y la resignación nos conduce a decir, orondos, que es <<necesario no mirar atrás>>, que <<no debemos utilizar la escoba>> y que es necesario <<sólo ver para adelante>>. De esta manera contribuimos a fortalecer el mal que nos aprieta la garganta cada día y cada vez más fuerte: la impunidad. La obligación de reparar delitos, la exigencia de satisfacer deudas, así como el cargo moral de corregir yerros, aparecen o son ejercidas con el retraso suficiente y con las dudas de que la subsidiariedad está contaminada por cierta complicidad que paraliza las acciones de control de daños, de cumplimiento de las obligaciones legales, administrativas, sociales.

La doctora Sara Ladrón de Guevara, actual rectora de la Universidad Veracruzana, en conferencia de prensa, hizo un recuento de sus encuentros y desencuentros con distintos actores políticos para tratar de resolver la agonía presupuestaria de la institución que dirige. Relató un juego de incomprensión. O de franca burla despótica de mentiras y falsas promesas para subsanar incumplimientos presupuestales de parte de los funcionarios del Poder Ejecutivo, de los poderes legislativos local y federal, de sendas pláticas con secretarios federales de educación e inclusive con el mismísimo presidente de la república. Juego de conocidas tácticas de entretenimiento, de <<patear el bote>> en las que participó personalmente el gobernador del estado, la acción más reprobable. En realidad, juego de ausencias y de carencias: de falta de ideas sobre el nuevo y más importante papel que desempeñan las instituciones de educación superior en el desarrollo, de carencia total de compromiso institucional con el mantenimiento del desempeño mínimo profesional que debiera cumplir la universidad más importante del estado.

Sara Ladrón de Guevara detalló los problemas. La escuchamos afirmar que ha tratado de corregir carencias presupuestarias y problemas que heredó de la administración anterior. ¿Problemas de nacimiento de su rectorado? Sí, desde el inicio de sus responsabilidades, es decir, desde el principio en que la responsabilidad se abrió plazo y anunció su tardío arribo. En mala hora para la institución, porque como siempre, esta actitud, debiendo ser común, es rara avis y ahora viene revestida de valentía, de rebeldía, de rompimiento del estado de cosas. Cuestiones inaceptables <<para la Gran autoridad>>.

Víctor Arredondo demostró, en ocasión de su pretensión por ser nuevamente rector de la UV, la situación de retraso y de fracaso académico que mostraba la institución, debido a la mala rectoría de su petulante y mediocre sucesor, su delfín Raúl Arias Lobillo. Ahora sabemos que este pseudo izquierdista y presupuestófago funcionario, el que más tiempo ha ejercido el poder en la conducción de la universidad, sabía de los presupuestos mochos que recibía la universidad. Rector encandilado por el poder del gobernador Herrera Beltrán, que aceptó en silencio los moches presupuestales, se prestó a negocios extra universitarios a través de los equipos de básquet bol (¿únicamente?) que mermaron las finanzas universitarias. Mediocridad del mal: académica y de gestión universitaria, que no le impidió, a tan nefasto personaje, encumbrar a otros mediocres amigos, tanto en los puestos de gestión universitaria como de conducción en la Junta de Gobierno.

Ahora el mal está hecho. Se han perdido tiempo, oportunidades, recursos, vidas universitarias de jóvenes sin futuro profesional digno. Problemas agravados por la actuación de un gobierno que ha carecido de visión sobre el presente y futuro del desarrollo universitario y del estado de Veracruz. Menosprecio por la formación académica de seres humanos que demandan, para no ser barridos por las exigencias del capitalismo digital, ya no solo de mejoramiento de la formación que reciben. Necesitan y con urgencia de otra educación universitaria que por lo menos termine con el sinsentido de que la institución, que es asiento de la diversidad, de la heterogeneidad ideológica y profesional, sea encerrada con los barrotes de hierro de la ceguera de un <<modelo único (MOFLE)>> de estudios para todas las carreras.

Los que han gozado del poder universitario y los que desvían la mirada hacia otra parte; aquellos que esconden su molicie en la concepción ideológica de la educación universitaria alejada de las realidades de los mercados laborales, las nuevas exigencias del mundo productivo, del progreso. La <<Gran autoridad>> gubernamental que humilla, insulta la inteligencia de los universitarios, decide desviar y disminuir presupuestos y llega a lo indecible: propiciar pleitos judiciales con la Alma Mater del estado de Veracruz, por definición, de la sociedad veracruzana. No conoce la saciedad. Promueven sin cesar un mal sin responsables, que es convertido en un desorden que ahoga la palabra y por lo tanto la acción de los ciudadanos. Ha construido el hiperreal absurdo de la demolición institucional de la confianza en la enseñanza de la Universidad Veracruzana.

El mal, al final, es alimento de la mediocridad: a todos nos hunde en su torbellino. El despilfarro de los presupuestos públicos es una forma fuerte de complicidad colectiva. Liga en la deshonra a quién los gasta y a quienes deciden voltear la cara a otro lado para no molestar a los poderosos. O para no sufrir las consecuencias de la protesta. Se huye hacia adelante porque la conciencia genera mucha angustia, tristeza, exasperaciones sin motivo. Ahora, la reacción proviene cuando nos llenamos de asombro al conocer lo que nunca debió ocurrir y que nos afecta, nos molesta.

En buena hora Sara Ladrón de Guevara y Clementina Guerrero, y otras autoridades universitarias, han reaccionado responsablemente. No sólo manejan la UV con la mitad del presupuesto aprobado. Han disparado un resorte de vida política que parecía muerto. El ejercicio de la dignidad política en el marco del uso de las instituciones, pues recuperan la esencia de la autonomía, ejercicio ético de la responsabilidad que debe ser ejemplo para las otras instituciones que, legalmente autónomas, funcionan en complicidad y servilmente dominadas por el poder ejecutivo.

Estas dos funcionarias, mujeres de excepción, de la Universidad Veracruzana, muestran a los ciudadanos que es posible plantear con dignidad y respeto demandas legítimas y legales a quienes desde el poder han envilecido la función pública. Requieren apoyo institucional. No sólo de los <<abajo firmantes>>. Principalmente de la masa de los indiferentes que han vivido sin convertirse en la masa crítica responsable que toda universidad necesita. Apoyo crítico, con exigencias, para construir otra educación de gran calidad, más digna de ese nombre, en tanto cumpla con los requisitos del nuevo mundo creado por la revolución tecnocientífica del capitalismo digital.

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