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Kairós

No es un gobierno fallido: es el colapso del sistema

Francisco Montfort Guillén/

Uno tendría que preguntarse por las razones que empujaron a la sociedad veracruzana al laberinto de problemas que hoy destruyen su día a día. ¿Antes de 2010 la situación del estado de Veracruz era inmejorable y la echó a perder un grupo de impreparados funcionarios? ¿El causante es sólo un mal gobierno, un grupo gobernante que no supo cómo ejercer el poder? ¿O, peor aún, ese gobierno, ese grupo es parte del mal que arrastra todo vestigio de honradez, de inteligencia y capacidad de logro del sistema político gubernamental de Veracruz?

Si comparamos los índices e indicadores del desarrollo de Veracruz contra otros estados menores en extensión territorial, población y recursos naturales es fácil constatar que Aguascalientes, Guanajuato, Querétaro presentan condiciones de crecimiento económico, bienestar social y seguridad pública superiores a la entidad veracruzana. Ninguno de esos estados tiene playas, ni petróleo, ni la variedad de ecosistemas que hacen de Veracruz una geografía de la abundancia. ¿Por qué entonces la sociedad veracruzana vive en condiciones tan adversas?

Nuestra sociedad mostraría menos malestar si la crisis que vive fuera sólo del orden económico. O que fuera de esencia social. O que únicamente la azotara la inseguridad. Pero la conjunción de males en este momento debe hacernos reflexionar sobre los porqués de su ligazón. No puede deberse al simple azar. Tampoco es el efecto de una maldición gitana. Existen causas, razones que deben explicarnos la caída en esta vorágine de males, de malestares, de inconformidades.

La coyuntura es desfavorable. Disminuyen en todo el país los presupuestos públicos por causa del debilitamiento de las finanzas públicas federales. Disminuye la actividad petrolera debido a la contracción de los precios internacionales del petróleo y también por el agotamiento de los yacimientos nacionales y asimismo por la pésima gestión del monopolio estatal Pemex. Ambas situaciones afectan la economía y las finanzas de Veracruz. El desempleo petrolero en ciertas regiones causa malestar social y genera cierto dolor en el orgullo veracruzano, que siempre saca el pecho cuando de riqueza petrolera se trata. Y las restricciones presupuestales inciden en el despido de burócratas, en la limitación, carencias o suspensión de servicios públicos. Y todo contribuye al malestar general.

Pero aún las Siete Plagas son soportables cuando se cuenta con liderazgos que inspiran a ser estoicos en los momentos difíciles, a sacar la casta para imponerse a los males, resolver problemas, vencer los desafíos. Y esta es precisamente la mayor carencia de la sociedad veracruzana: no tiene, no ha tenido en sus últimos gobiernos a líderes honestos y capaces de inyectar buen ánimo a sus gobernados. Antes al contrario: sus tres recientes gobernadores han constituido los principales males que azotan a los ciudadanos veracruzanos.

De Miguel Alemán a la fecha la deuda pública no ha dejado de crecer. Durante este periodo los presupuestos públicos nunca dejaron de aumentar, en términos nominales y reales. Con más dinero, no se extendieron las coberturas de los servicios públicos ni fueron mejorados en su funcionamiento y calidad. Aumentó el número de pobres y de miserables. Entraron en crisis el sistema de pensiones, los sistemas de agua potable, de alcantarillado, de recolección de basura, de transporte público. De igual manera se ha tornado arcaica la infraestructura de comunicaciones y transportes. El sistema educativo mostró su inoperancia y quiebra en calidad y en solvencia moral. Ahora todo el aparato gubernamental carece de presupuestos suficientes.

El sistema político perdió legitimidad, la cualidad imprescindible para su buen funcionamiento. Todos los partidos fueron integrados al Aparato político-electoral-gubernamental. El organismo público encargado de manejar las elecciones fue privatizado para el PRI y sometido a las mismas ocurrencias que hicieron, de los partidos políticos, agencias gubernamentales de control sobre los ciudadanos. El dinero corrió por las venas de este sistema que fue acostumbrado a las complicidades, a los sobornos, a las dádivas y a los chantajes.

El sistema de vigilancia, de supervisión del manejo de las cuentas públicas fue capturado bajo los mismos caprichos del ejecutivo. Contralorías, direcciones de administración u oficialías mayores fueron sometidas a los caprichos del gobernador que dispuso de esos puestos para pagar favores de toda índole. El desprestigiado ORFIS, diseñado para la autonomía plena, quedó como caja de resonancia de las bufonadas del enmascaramiento, las mentiras, las impunidades y las venganzas. En iguales circunstancias quedaron desfigurados todos los llamados organismos autónomos: carpas de payasos que realizan sus gracejadas para complacer al patrón.

Los otros dos poderes, en teoría jurídica y política, autónomos, han sido convertidos en damas de compañía del gobernador en turno. Sin dignidad siquiera personal, sus titulares se acomodan a los deseos del gobernador y sus burocracias son manejadas también bajo los criterios de la empleomanía de los arreglos, las componendas y las complicidades que terminan en acciones de impunidad en contra de los ciudadanos que no tienen, en diputados ni en jueces, a personas que les ayuden a resolver sus problemas. A este enjambre debe agregarse la condición de la Procuraduría y de la secretaría de seguridad pública, las dos convertidas, en parte, en socias del conjunto de delincuencias que azotan la vida cotidiana de las familias veracruzanas que lloran sus víctimas, que viven sus temores y angustias en el más profundo abandono por parte de las autoridades.

El gobierno en funciones no es el único culpable de los problemas actuales que flagelan a la sociedad veracruzana. Pero sí es el principal responsable. Es la cabeza de la serpiente empollada hace dos sexenios, madurada durante el anterior. La concepción de la función pública como motor del enriquecimiento personal de los funcionarios. El gobierno en tanto sustento de los negocios privados. Por lo tanto, la promoción de las exclusiones desde el poder político que el mercado agranda por su dinámica de acumulación. Las desigualdades, las pobrezas, las miserias y sus contrapartes de riqueza desmedida en grupos reducidos, que padece Veracruz, es resultado de la dinámica del poder político, no del funcionamiento de los mercados.

Las más profundas raíces de los males que agobian el presente tiempo veracruzano se hunden en el monopolio político de un partido que logró unir, gracias al poder corruptor del gobierno fidelista, a sus voluntades y dinámicas de reproducción del poder del sistema de Partido Único, aunque con varias franquicias. Estas están ahora en escena, en impúdica exhibición de asociación, no tanto para ganar electoralmente, sino económicamente, vendiendo caro su amor al PRI, con su mercenaria lucha para hacer perder votos a sus opositores.

La unión de poder político partidista con poder político gubernamental en una estructura perfectamente diseñada para doblar la voluntad de los electores libres ha traído consigo la gigantesca impunidad para hacer valer la enorme corrupción que tiene a los ciudadanos de bien con fastidio, desilusión, amargura, impotencia y desesperanza. Es un malestar cultural porque nace de todos los poros del poder gubernamental, abarca todos los sectores, todas las dependencias, la mayor parte de los ayuntamientos. Ningún servicio público tiene hoy buena fama. Tampoco cuentan con ella los partidos políticos. Ni la policía. Menos los diputados y ministerios públicos y jueces: nadie se salva.

Por supuesto que una buena parte de los problemas es generada por las incapacidades de funcionarios públicos incompetentes, que encabezados por un inexperto, han dado rienda suelta a sus caprichos de poder antes que a sus responsabilidades como funcionarios públicos. La mala calidad profesional de la burocracia gubernamental es evidente. Arribaron a ella los recomendados, los hijos de papi, los de apellido fuerte y conocido (aunque sea por malas razones), las recomendadas y los amigos en una oleada incontenible. Sin apego a la función pública ni compromiso social, esta camada de funcionarios ha dado al traste con los cuadros que durante años sostuvieron el engranaje que aseguraba, al menos, calidades suficientes para pensar en dar un salto cualitativo hacia el verdadero desarrollo. Monopolio político e incompetencia gubernamental son los conceptos publicables que esconden los duros, dolorosos adjetivos que en las calles se escuchan para calificar al gobernador, a sus funcionarios y ahora al candidato del PRI. ¡Qué desgraciada comedia, gran farsa que busca ser escondida con el continuismo priista!

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