Fotografía ilustrativa.

Kairós

Veracruz: Miseria de la cartografía política

Francisco Montfort Guillén

Corrían los años de la quiebra nacional gestada por Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría y precipitada por las desmesuras de José López Portillo. Su presidencia fue el último bramido <<revolucionario>> del imperio priista. Corrupción, impunidad, incapacidad gubernamental y desfachatez en el ejercicio insolente del poder. Fue el quiebre sociológico y político de las clases medias fieles y auténticamente priistas. Fue el inicio de la proletarización entera del país. De la entronización del mal gusto y la vulgaridad como cultura dominante y como forma de gobierno. De la bancarrota de los valores, actitudes y comportamientos de la sociedad provinciana y educada por una tradición de respeto a figuras familiares, sociales, públicas y al poder. Del inicio de la primacía del <<sálvese el que pueda>> sobre la solidaridad. De la centralidad del delito como acción de superación personal validada socialmente.

Entonces el muy católico Miguel de la Madrid propuso desde el poder presidencial la <<renovación moral>> de la sociedad. Creó la secretaría de la contraloría federal, ahora de la función pública. Este presidente equivocó el diagnóstico y la definición del problema. El país requería la <<renovación política>> del sistema, no su ideológica y metafísica <<renovación moral>>. Necesitaba democracia política, requería un poder judicial autónomo e incorruptible, demandaba un ministerio público profesional y autónomo, quería un estado de derecho que sometiera a la ley a sus gobernantes, funcionarios y políticos, precisaba  del fin de la impunidad que permite y alienta la corrupción.

El todavía enorme poder del sistema priista operó el milagro de la espera de resultados de la <<renovación  moral>>. No llegaron. Mientras, el crimen organizado iniciaba su carrera de expansión de la mano de los altos funcionarios públicos, como lo han constatado las historias escritas desde entonces. Los mexicanos vivieron los años más duros en términos económicos que jamás generación alguna ha vuelto a vivir, sometidos políticamente por los Pactos diseñados por Carlos Salinas de Gortari. La sociedad desconfiada ya de sus gobiernos vio y vivió el desafío de la Corriente Democrática del PRI y las izquierdas a la hegemonía priista, así como la más consistente y funcional crítica opositora del PAN. Y, expectantes, los ciudadanos fueron testigos del inicio de los cambios que nos han traído hasta aquí, con sus resultados heterogéneos, desiguales, contradictorios que se resumen, para muchos, en condiciones  de vida decepcionantes, frustrantes e inaceptables.

En todo este largo trayecto la sociedad veracruzana fue mudo testigo de una historia de profundas transformaciones que no la incluyeron como actor destacado. Se quedó como actriz de reparto, periférica, sin capacidad para dar sentido al devenir nacional. Vivió sometida a sus propias miserias internas. Quedó sujetada  a decisiones conservadoras e inclusive restauradoras del régimen que impidieron conseguir el tan anhelado desarrollo que lo equiparara con las condiciones de vida de las naciones dominantes.

La historia de Veracruz desde los años 1970 es la constatación de un declive. La <<cultura echeverrista>> se anidó como segunda piel en sus funcionarios e instituciones. La importancia nacional del estado fue disminuyendo de manera silenciosa pero continua. Lo mismo en términos económicos que culturales o políticos. La sociedad veracruzana perdió actores esenciales que hubieran impulsado un cambio. Por migración <<hormiga>> de sus cuadros mejor preparados. Por abandono masivo de sus trabajadores del campo y las ciudades, que partieron a Estados Unidos y a otros estados de república. Porque no logró impulsar una clase verdaderamente empresarial que organizara empresas competitivas ancladas a los mercados. Por alentar, en cambio, <<negociantes>> que han crecido económicamente dependientes de las ubres presupuestales, debido a las altas <<rentas>> que extraen de las arcas públicas.

El sistema desangró a sus élites por  cooptación. Los ciudadanos que buscaban cambios desde la crítica terminaban dóciles y sometidos funcionarios públicos o dirigentes del PRI; y también fue común la represión, muerte o expulsión de quienes pretendían terminar con una <<dictablanda>> opresora que todavía continúa en el poder político. Todos los actores sociales, económicos y políticos dentro, o dependientes, de las estructuras gubernamentales. Todos: hombres de negocios, maestros, universitarios, médicos, diputados, jueces, ministerios públicos, dirigentes  y cuadros de partidos políticos, ONG’s: todos dependiendo de la voluntad, el dinero y los buenos y malos humores del gobernador en turno.

Y hoy que la corrupción, la impunidad, la incompetencia profesional y el desfondamiento ético de las estructuras de los poderes públicos han provocado la ruina de las finanzas públicas y la seguridad pública, los ciudadanos empiezan a reconocer que las lesiones a su integridad como seres humanos, es decir, su seguridad personal, su condición económica y certeza en su patrimonio familiar, su estabilidad emocional provienen y dependen demasiado de la calidad moral y profesional de quienes han detentado el poder por demasiados años, tantos, que se pierden en el conteo de millones de vidas frustradas durante generaciones enteras.

La situación de Veracruz hoy es similar a la que vivió el país en los años setentas y ochentas. De igual manera el  PRI local no puede ofrecer y llevar a cabo la <<renovación moral>> ni la <<renovación política>>. La realidad veracruzana constituye en esencia una quiebra económica, política, social y cultural de todo el sistema. Es una gran implosión. Nadie lo ha minado desde el exterior: desde el gobierno mataron políticamente a los verdaderos opositores. El vivir  amontonados todos los actores sociales en el pesebre priista ha provocado la ruina de todos, el malestar de todos, la inconformidad de todos. Quebró el dueño de haciendas y almas. Las salidas a la quiebra están afuera.

¿Qué queda a los veracruzanos después de tantos años en el poder del PRI? Nada. Miserias en todas partes, enojos en todas las instituciones, ciudadanos traumatizados por la violencia y la inseguridad, un estado desangrado financieramente y sin producción literaria, artística, cultural relevante. El microfascismo  del irresponsable zorro ganó: astucia, picardía, deshonestidad como base de los arreglos secretos de los políticos en el poder que sumó partidos de oposición; a la Universidad Veracruzana y su anterior petulante y mediocre rector; sindicatos magisteriales; diputados, jueces, policías y empresarios que reproducen el orden establecido, sistema ahora coronado en su última etapa por la oscuridad intelectual, el descrédito de la razón y el imperio de la mente obtusa.

Aunque, a decir verdad, la mayoría de los ciudadanos veracruzanos estaban en la intemperie desde hace muchos, muchos años. Abandonados a su suerte. Exhibidos públicamente como parte de frías estadísticas de pobreza, miseria, economía informal pero tapados pudorosamente, hipócritamente, escandalosamente por una prensa también habitante consentida en el pesebre priista y por funcionarios que sólo prestan atención a su acceso a las rentas y negocios fraudulentos de la hacienda pública.

El PRI veracruzano ha sido el principal enemigo del PRI veracruzano. Máquina viciada por mecanismos internos. Rompió con la herencia de finanzas sanas de Agustín Acosta Lagunes y Patricio Chirinos Calero. Destruyó los heroicos y notorios avances en materia democrática, tanto los propuestos en la Decimocuarta Asamblea Nacional del PRI como en lo construido por el gobierno del estado. Gastó irresponsablemente el presupuesto público y  endeudó irracionalmente, sin motivo de progreso ni necesidad deficitaria, la hacienda pública. Despilfarró la fortuna gratuita que el petróleo le hizo llegar como excedentes presupuestales cedidos irresponsablemente por Vicente Fox, sin que aparecieran a cambio mejores infraestructuras o resolvieran algún problema mayor de los que tanto aquejan a la sociedad veracruzana.

El PRI y sus gobiernos son responsables de llenar de frivolidad, incapacidad, corrupción e impunidad la administración gubernamental. Su irresponsabilidad hizo crecer la inseguridad pública, la pobreza y la miseria. La respuesta social apenas empieza a ser visible. Cada vez son más los grupos sociales que ganan las calles para protestar. Periodistas, amas de casa, jubilados, maestros, campesinos, trabajadores de diversas empresas, empresarios llenan el espacio público con sus quejas, sus reproches, sus impotencias: no obtienen respuestas porque quienes gobiernan no tienen respuestas.

Su ahora candidato a gobernador fue expulsado de la manifestación de los pensionados en contra de las injusticias contra ellos producidas. No dejaron que este senador y aspirante al poder ejecutivo local lucrara con una manifestación de auténtico repudio al gobierno y a su partido. Acción dolorosa porque cancela el diálogo. El Partido Único que domina, extorsiona, explota a la sociedad con todas sus acciones no puede ofrecer renovación en nada. Menos aún, innovaciones. Sólo continuidad, más de lo mismo (el candidato a gobernador, si quiere ganar, está obligado a ofrecer impunidad al actual grupo gobernante) exactamente lo que tiene a la sociedad veracruzana moviéndose en las calles protestando, exasperada, irritada, molesta, desconsolada, impotente.

 

 

 

 

Dejar una respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here