Fotografía ilustrativa tomada de visionpeninsular.com

Entre Columnas

Violencia contra las mujeres.

Martín Quitano Martínez
mquim1962@hotmail.com

Reconozco que soy feminista cuando alguien me lo pregunta.
El feminismo va sobre la igualdad así que espero que todo el mundo lo sea.
Ellen Page

Los datos son duros, crudos, tristes. Las mujeres en nuestro país sufren esa despiadada condición de agresión de género que las hace presa de una violencia insultante no solo para ellas que la reciben sino para todas las personas que la rechazamos, porque nos exhibe como una sociedad simuladora, en la que abundan discursos, poses e iniciativas legales que no reflejan la realidad, la cotidianidad de las féminas. Pertenecemos a una sociedad enferma, llena de prejuicios e ideas preconcebidas que apoyan o justifican la inequidad entre hombres y mujeres y la violencia contra éstas.

Según el estudio “Asesinato de mujeres en México” del Instituto Belisario Domínguez, en promedio hay 6 mujeres o niñas agredidas al día, cerca de 2000 al año y sin embargo solo 6 de los 32 estados en el país han declarado la alerta de género: Estado de México, Morelos, Nuevo León, Chiapas, Michoacán y Veracruz. El estado de Sinaloa está en proceso de declararla y se esperaría que se adhirieran responsablemente el resto de las entidades.

Un problema radica en que la declaración de la alerta de género no es vista como un mecanismo que posibilite la salvaguarda y justicia para las directamente afectadas, sino como un estigma que los gobiernos prefieren evitar, pues desde su perspectiva les limita el margen de maniobra y les resta oportunidades de crecimiento político.

Del total de mujeres víctimas de la violencia homicida 56 de cada 100 eran jóvenes o en edad productiva entre 15 y 39 años; 23 se encontraban entre 40 y 64 años de edad; 9 eran menores de 14 años y 8 mayores de 65 años.

El 43% de las víctimas estaba casada o vivía en unión libre, 36.2% eran solteras, 7.1% eran viudas y 3.8% se reportaron como separada o divorciada. Dos terceras partes perdieron la vida en la vía pública o en sus casas mientras que el resto murieron en sus trabajos, centros comerciales, instalaciones deportivas, el rancho o la parcela. De los 575 casos de mujeres que hicieron la muestra del estudio, un 68% tenía una relación de parentesco con el agresor.

Se requiere hacer mucho más, en casa por supuesto, pero sin duda que debemos exigir ejercicios públicos que realmente ayuden a procesar la defensa de las mujeres, que los retos que se asuman pasen muy por encima de las formalidades y se conviertan en ejercicios concretos para la promoción y protección de los derechos de las mujeres; se requieren normas efectivas y su atingente aplicación para responder una realidad social como en la que ahora nos encontramos.

La violencia de género con origen familiar, social, arraigado en la “tradición”, convirtiendo en “normal” algunas conductas que van forjando el patrón machista, patrimonialista del género masculino sobre los valores del deber ser. Hay mucho trabajo en ese ámbito, en casa, en la escuela básica, en los momentos formativos del individuo. Tan ampliamente arraigado que el idioma, nuestro idioma lo refuerza cada vez que nos expresamos.

Pero los cambios no pueden quedarse en feminizar el lenguaje, sino en que cada acto refleje la equidad con hechos que anulen los procesos o decisiones discriminatorias y que, cuando sucedan, se imparta justicia con claridad y contundencia, se sancionen.

En México hay 61.4 millones de mujeres que representan el 51.4% de la población y se encuentran expuestas a esa vorágine de violencia de género que se acentúa. No reaccionar ante esta condición nos hace cómplices de un fenómeno que ya es considerado un problema de salud pública, por lo que reclamar que los gobiernos actúen en consecuencia, que se comprometan no solo declarativamente sino con hechos fehacientes, es apenas el comienzo de una apuesta individual y colectiva que es necesario mostrar y consistentemente hacer patente.

DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
El PRI veracruzano es el ejemplo vivo del burro hablando de orejas.

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