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Área siniestrada en el complejo petroquímico.

Kairós

La clase obrera veracruzana ¿va al paraíso?

Francisco Montfort Guillén

Jonathan Sánchez tenía un hermano trabajando en la planta de clorados, del complejo Pajaritos, propiedad del consorcio PEMEX/MEXICHEM. Sufrió días oscuros e inciertos. Desde de la explosión buscó, junto con su familia, datos firmes sobre la situación de su hermano mayor. Demandó datos y razones en la planta de trabajo, entre los trabajadores conocidos de su hermano, con las autoridades, en hospitales de Veracruz, Tabasco, Ciudad de México y Guadalajara a donde fueron enviados algunos de los heridos. <<Gracias a Dios terminó la angustia. Mi hermano ya no está desaparecido. Ayer nos confirmaron su muerte. Ya estamos tranquilos>>.

Declaraciones impactantes debido a la serenidad y convicción con las que respondió a las preguntas de Adela Micha, en su noticiero matutino. No expresó resignación. Dio a entender su satisfacción por el fin de un intenso periodo de sufrimiento derivado de la incertidumbre, del desconocimiento sobre la suerte de su hermano. <<Gracias a Dios>>, repitió Jonathan. Sin proponérselo, este deudo de los obreros accidentados mostró la cara horrenda del dolor que viven las personas que tienen a un familiar o un amigo <<ni muerto ni vivo: desaparecido>> como reza el título del libro de Federico Mastrogiovanni sobre esa otra inmensa tragedia veracruzana que es la desaparición forzada de seres humanos, que ahora emerge con mayor fuerza, pues los familiares realizan la macabra tarea de encontrar fosas clandestinas, en donde están las pocas huellas de la barbarie con la que <<cocinaron>> a los <<desaparecidos>> y que ha destrozado la seguridad, confianza y armonía de la sociedad veracruzana.

¿Hace cuánto tiempo que la noticia del día, del momento nacional y local, no era la nota roja de los actos inhumanos de los maleantes? La desgracia nacional es que esos hechos fueron sustituidos por la noticia del lamentable accidente en donde perdieron la vida algunos obreros mexicanos (hasta el momento de escribir estas líneas 32 muertos, seis cuerpos más sin ser reconocidos y seis nombres más de trabajadores sin huellas, sin rastros de su presencia entre las víctimas). Pero casi nadie se ocupa de los obreros, de su dolor, de su condición humana. Como siempre en estos casos en México, el ocultamiento de información genera suspicacias. Las notas giran en torno al accidente mismo y a la tarea favorita de buena parte de la prensa local y nacional: la fabricación inmediata de culpables, el descubrimiento de confabulaciones del imperialismo, de los perversos extranjeros y de la privatización.

La otra demonización ya salió a escena: la reforma energética y la desnacionalización de PEMEX. De un plumazo pretenden borrar la historia de corrupción y de manejo erróneo de la industria petrolera en manos sindicales y funcionarios públicos, a los que se les permitió toda clase de tropelías, con tal de apuntalar el sistema priista. La absurda contratación de más de 100 mil trabajadores que resultan redundantes y por lo tanto improductivos. Las canonjías de la aristocracia obrera del petróleo, con sistemas de pensiones que pondrán en quiebra a la empresa paraestatal; la vida de jeques de los funcionarios y dirigentes sindicales. Y más grave aún: el uso indiscriminado de las ganancias derivadas de la venta de hidrocarburos, que impidieron desde 1976 realizar la reforma fiscal realmente equitativa que financiara sanamente los objetivos de progreso del país.

Los mexicanos cumplimos al pie de la letra la sentencia premonitoria de Don Daniel Cosío Villegas: nunca podríamos, los mexicanos, ser los verdaderos dueños de nuestras riquezas mineras por la falta de un auténtico espíritu emprendedor. El gobierno nos quitó la iniciativa y autonomía individual mediante la educación socializante, nos hizo vivir como viudas ricas: disfrutando de rentas derivadas del petróleo, a unos pocos, directamente; al resto, de manera indirecta, al suprimir el sistema fiscal auténticamente capitalista y democrático. Mientras duró la jauja todos contentos y felices. Hoy, con las penurias internacionales de los precios, el fallecimiento de nuestros yacimientos y la necedad oficial de no enfrenar los problemas políticos de una reforma fiscal a fondo, toda la sociedad vive insatisfecha con sus condiciones de vida, pero renuente a pagar los impuestos necesarios que redundarían en un mayor bienestar para todos.

Los italianos, tal vez los mejores para burlarse de sus males, dejaron un valioso testimonio de los cambios que sufría la idea de su clase obrera como fuerza revolucionaria, y la realidad sobre la transformación benéfica de sus condiciones de vida. La película <<La clase obrera va al paraíso>> dio cuenta de estos cambios, cuando el desarrollo industrial creó la llamada aristocracia obrera que llegaba a vivir el paraíso en la tierra. Adiós la imagen del proletario miserable. Adiós sus supuestas ganas de realizar la revolución proletaria. El crecimiento económico, el desarrollo industrial, el sistema fiscal, las buenas condiciones de trabajo respaldadas por la seguridad industrial, la seguridad social universal, el sistema de pensiones y otras reivindicaciones políticas que vinieron después de la Segunda Guerra Mundial, gracias a los esfuerzos conjuntos de la socialdemocracia y a la democracia cristiana, abrieron un <<nuevo mundo>> a todas las clases trabajadoras en los países desarrollados. Esas condiciones apenas alcanzaron a reducidos grupos en países como México.

En general todas las naciones que experimentaron proyectos de desarrollo comunista, en diversos grados, son las que aún ahora no gozan de las mejores condiciones de vida. En México, sin embargo, algunos estados de la república han vivido un cambio cualitativo y han logrado insertarse en el camino del nuevo capitalismo digital, como Querétaro y Aguascalientes. Otros permanecen anclados en el pasado, como Veracruz. Nuestro estado es el mejor ejemplo de que la explotación de una materia prima, por importante que sea en el mercado mundial, es incapaz de generar desarrollo, ni siquiera en su hinterland. Coatzacoalcos y los municipios que le rodean, igual que Poza Rica y su entorno, son prueba fehaciente de que el desarrollo no es crecer destrozando materias primas y el medio ambiente, sino que pasa por la transformación del poder político y la creación de nuevo capital humano, de nuevo capital organizacional o social y de nuevo capital cultural.

Hablamos de dos zonas petroleras que más han contribuido al desarrollo nacional, con la excepción de Campeche y su famoso y ya agotado pozo Cantarell. Y sin embargo, Coatzacoalcos y Poza Rica son el reflejo fiel de lo que significa el crecimiento destructor de riquezas que en otros países han significado progreso y bienestar para sus sociedades.

Es lamentable que los grupos sociales que entornan a Poza Rica y Coatzacoalcos vivan en condiciones de marginalidad lacerante. Todo esto no es por accidente. Es el resultado de un modelo político de ejercer el poder autoritario y despótico; construir un sistema de dominio, incluido el económico, que explota sin piedad a los seres humanos. Ese modelo de dominio es el sistema priista que en estas elecciones pretende reasegurar su dominio. Bastaría con estos dos ejemplos de irracional explotación depredadora para exigir cuentas al absolutismo priista que ha creado situaciones insoportables de vida.

Veracruz está de luto. ¿Es correcto decir que <<de varios lutos?>>. Luto: porque el gobernador actual se comprometió a hacer de Veracruz un nuevo Houston. Luto: el Secretario del Trabajo no ha realizado ninguna acción a favor de los trabajadores muertos. Luto: ¿Acaso no podía haber demandado la bitácora de mantenimiento a las empresas? ¿No podría exigir las listas de asistencia de los obreros al trabajo en el infausto día? Luto: ¿Es mejor para él seguir operando la estructura electoral, ahora reforzada con el ICATVER? Luto: el aumento de fosas clandestinas halladas en el centro del estado. Luto: el horror de vivir en Tlapacoyan. Luto: Tierra Blanca y Papantla. Luto: Los Porkys en todo el estado que violan, matan, agreden, socavan a las mujeres.

La clase obrera veracruzana no va al paraíso. Va a trabajar en condiciones desfavorables porque sus dirigentes sindicales lo permiten. Todos los obreros accidentados en Pajaritos son trabajadores eventuales. Son los proletarios en casa de la aristocracia obrera, que domina todavía la paraestatal a través de Romero Deschamps y su sindicato charro. Son obreros pobres. Y la pobreza no es causa suficiente para entrar en el cielo.

Ninguno de los tres últimos gobiernos del estado de Veracruz ha creado políticas que palien las condiciones de vida de los habitantes de las zonas petroleras, ejemplos dolorosos de la cultura de la pobreza. Ahora, irresponsablemente, el candidato a gobernador por el PRI pregona un nuevo paraíso para los trabajadores: la creación de más de 180 mil empleos en dos años, 400 mil créditos para mujeres emprendedoras. En los últimos años el empleo formal en Veracruz ha decrecido y el gobierno en funciones no logra mantener, siquiera, los puestos ya creados. Demagogia e irresponsabilidad, dominio y explotación, violación de las leyes que cuidan las condiciones de trabajo: es el presente/futuro que sí asegura el PRI. ¿Seguirán votando por este partido sus propias víctimas?

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