Flores. Fotografía de Cecilia Gallardo.

Las flores de mi mamá también están muertas

 Cecilia Gallardo

Sobre la Bromelia, los Helechos y el Tamarindo fue la última búsqueda en Internet que hizo mi madre. Le ayudaba a mi sobrina a realizar un trabajo escolar.

Lupita Mora, mi madre, amaba las plantas. Sobre todo las orquídeas. Días antes de que la asesinaran había comprado dos ejemplares en Coatepec: una la rescatamos.

La otra, con este infame calor, sin sus cuidados, sin sus palabras, sin su cobijo del sol, estará doblándose hasta marchitar.

¿A alguien le importa?

Diversas especies crecieron en la ventana del frente de su último hogar, las ramas subían por los barrotes de la protección y las flores acariciaban a los peatones, algunas fueron trozadas y arrancadas por malvivientes. Pero siempre renacieron.

Mi madre ‘tenía buena mano’, como se dice de quien tiene la sensibilidad para podar, para trasplantar, para rociar o regar lo necesario una planta. También ayudaría la fertilidad del pequeño terreno que mi madre se disputaba con Bono, mi perro.

En esos arriates nacía de todo: jitomates, zarzamoras, fresas, epazote, papaya, hierbas de olor y hasta tabaco.

¿A alguien le importa?

No he podido entrar a quedarme con el olor de su piel, a recoger sus macetas, a hidratar su naranjo, a revivir su jardín; somos intrusos en nuestra propia casa.

Las flores de mi mamá también están muertas.

¿A quién le importa?

 

 

 

Dejar una respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here