Memorias de un exalumno: La Técnica 128, un año mágico

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Pasillo de la Técnica 128.

Jorge Daniel Tejeda Palafox

Desde un sentido muy personal, escribo este artículo porque me insistieron mucho y a la vez eso me inspiró a contar una parte hermosa de mi pasado que, en la actualidad, suelo recordar mucho en una forma muy alegre por la felicidad que en su momento trajo a mi vida.

Este artículo es único en su presentación porque en el hablaré de experiencias que no me atreví decir antes y creo a la vez que será algo genial de publicar

¿Qué puedo recordar de mi paso por la 128? Érase la historia de un extraño muchacho, que venía de una escuela particular donde pasé los dos primero años de secundaria. La verdad, no sabía que esperar, me comía el miedo o la pena, o incluso los dos. En cuanto a fechas, no recuerdo bien si aún era agosto o septiembre de 2007 cuando ingresé a la 128, pero sí empecé un poco atrasado con respecto a las clases que mis excompañeros ya llevaban avanzadas que yo. Al mismo tiempo que tenía pena y mucha expectativa, me sentía contento de haberme ido de mi primera escuela pero también estaba esa idea de conocer y soportar a otras personas.

Mi primer día en la 128, lo empecé con la clase de Español 3 con la maestra Grecia Segura Salomé, y el momento de la presentación fue, literalmente un momento embarazoso, por la forma en que me recibieron varios de mis compañeros aunque unos pocos me preguntaron quien carambas era y como había llegado hasta acá. Hicimos un ejercicio, del que tampoco recuerdo que era. Sin embargo, si recuerdo que Grecia nos puso un buen de tarea y su forma de evaluación que no gustó mucho en mi salón. Desde ahí, me di cuenta que el ritmo de la escuela no iba a ser tan fácil de llevar pero me dije internamente que quería ser el mejor de mi salón (cosa que fue así pero honestamente no es para tanto) y entonces el primer día fue dándose con el pasos de la horas y la clase. Como dato curioso, ella tenía a su cargo dos muchachas que la auxiliaban al calificarnos todos los trabajos.

Otro recuerdo que no se sale de mi cabeza fue cuando tuve mi primer encuentro con la Profra. Marilú Pugliese (algunos dijeron que a lo mejor iba a llorar en mi primera clase y que quizás iba a sentirme un poco raro) pero salió todo bien y creo que no le caí mal cuando me vio. Sinceramente, pensaba que iba a ser un desafío llevarme con ella pero a medida que le demostré que me gustaba su personalidad y su manera de enseñar fue como pude ir construyendo una mancuerna especial hasta que un día me vio mal y me confrontó (de todos mis maestros fue la primera que supo de mi homosexualidad) y me dijo que contaba con su apoyo. Era la persona de quien menos esperaba para que entendiera ese aspecto de mi ser y sabiendo que mi generación era un poco compleja (no mala, sólo (in)madura por la cuestión de la adolescencia). A su lado pasé grandes momentos y esa encantadora forma de ver las cosas me motivó en cierta forma a ser un poco más duro porque era muy sentimental (¡Qué cosa!, ¿o no?)

En la primera semana de clases, tenía que escoger mi taller porque era obligatorio que lo tuviera y tampoco sabía que iba a hacer en ese momento. Así que, mi querida amiga Jazhyre (a quien conocía desde años atrás) me animó a entrar a Contabilidad. Le dije que no tenía conocimientos de eso y que no era lo que quería. Traté de ser aceptado en Computación pero ya estaba completo y algunos de mis compañeros decían que me uniera a soldadura o mecánica (para demostrar si era lo suficiente ‘hombrecito’ para esa clase de actividades). Ahi fue cuándo decidí meterme a ‘Conta’ porque la neta no quería soportar a los ‘castrocitos’ y hasta la fecha no me arrepiento de haberlo hecho. De mi primera clase en el taller sólo recuerdo que me presenté y que me sentía un completo bruto en la parte de la contabilidad aunque el profesor Nicolás Torres me dijo que aprendería buen si le prestaba la debida atención. Aunque jamas entendí muy bien los balances generales pude entender los otros temas que se abordaban en cada unidad y agarraba más gusto por el taller. Con ‘Nico Cavernícola’ saqué un ocho, dos nueve y dos 10. Y estar en su clase fue una excelente decisión, y como maestro era súper genial, nos llevamos muy bien.

Tampoco puedo omitir hablar de mi maestra de matemáticas, Rosa ma. Moran. Un dato curioso, a ella la conocí en el concurso de Habilidades Matemáticas entre escuelas técnicas (públicas y particulares) meses antes de entrar a la escuela en el mismo año. Jamás me imaginé tenerla como profe, pues no sabía que terminaría en la 128. Nuestra relación maestra-alumno era genial, y gracias a ella adquirí destreza para el álgebra elemental (cosa que me sirvió mucho en la prepa).

En inglés, teníamos a la maestra Tere de Jesús quien era muy linda conmigo y no tenía problemas conmigo en esta materia porque ya contaba con estudios anteriores y en lo general era muy fácil la materia. Una vez, nos puso un proyecto y mi estimado compañero y amigo Rubén vino a mi casa para que lo ayudara en esa tarea y a los dos nos fue muy bien. Yo con ella siempre tuve diez. Igualmente, como digo, era un inglés bastante fácil para aprender. Y algo curioso es que en esos tiempos estaba embarazada.

En artes, teníamos a Citlali Ascensio y la materia con ella fue súper chévere porque siempre se portó muy accesible y era súper buena onda. No fue una asignatura difícil, por lo general hablaba con ella y siempre me demostró su apoyo. No recuerdo bien, pero ella tenía un apodo, y sólo de eso me acuerdo.

Paulina Leal fue nuestra maestra de Historia y lo que recuerdo muy bien era de sus examenes en los que teníamos que relacionar los conceptos anotando dos letras (mayúsculas y minúsculas) en los paréntesis. También se caracterizó por ser muy accesible y con ella tuvimos dinámicas variadas como la que una vez tuvimos que presentar un ‘performance’ de corridos que escogíamos y nos teníamos que disfrazar al cantar. No creo que haya fotos pero se quedan los recuerdos.

Por otro parte, en Formación Cívica y Ética teníamos a Irma Arcos que siempre nos exigía salir bien pero también fue muy accesible. Ella tenía a una auxiliar que hacia (creo su servicio social) actividades y la apoyaba en las clases, su nombre era Neyra. Una vez, Neyra me pasó su correo pero lo terminé perdiendo. Del curso, recuerdo que la maestra Irma tenía una especie de registro en pliegos de hojas bond donde anotaba con puntitos nuestras tareas y participaciones. Y aparte, fue nuestra tutora para hablar sobre nuestros desempeños y otras cuestiones que como grupo teníamos. Pero, con ella no terminamos el año sino con la maestra Juventina quien a veces tenía que estar en otras actividades de su trabajo en la escuela a la par de darnos clases.

Gisel era la encargada del departamento de Orientación y cada bimestre nos entregaba reconocimientos a los que éramos promedios altos en el salón. Jamas me tocó dar en Orientación porque nunca tuve problemas de disciplina.

Y de quien no recuerdo su apellido pero sí de su nombre es de la profesora de Educación Física, Maribel. Al principio sentía que no le caía bien pero con el tiempo congeniamos y trabajar juntos fue genial a pesar de que nunca fui afín a los deportes ni al ejercicio en general.

Éstas son mis memorias como exalumno y quiero agradecer a todos los que me cuidaron en ese tiempo como mis prefectos y prefectas.

Y por último, quiero dedicarles este artículo a todos y todas de mis compañeros y compañeras de salón, como: a Jessi, Nápoles, Rubén, los Cuatro Fantásticos (inmortales, por cierto), Rey David, a Martín/Pechan, a Liseth, Angélica, Karla, Charlie, Marita, Paty, Alan, Retureta, Fernanda, Yuyu, Erick Muce y a todos los demás que me acompañaron en tercero, el año mágico de Jorge o ‘New’ en la 128.

¡Hasta siempre, amigos y gracias!

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