Imagen ilustrativa Mimos y artistas urbanos realizan rutinas de ciudadanización en Xalapa.

Mario Mijares

1.- El grave problema quizás histórico de los mexicanos, es la simulación en todos los quehaceres, ya sea dentro de la vida pública o privada. Lo más grave es cuando ciertos intelectuales, de forma hipócrita reproducen modelos políticos, económicos y sociales, de lo que sucede en otros países, para sugerir instaurarlos en el país. Tales hechos, más la ingobernabilidad, todo, indica que vamos en sentido contrario al mundo. No se puede negar que los gobierno mexicanos, han dejado atrás la gran vocación que se tenía por lo público, así como por el interés en favor de todas las clases sociales. Sobre todo, el respeto por los valores, principios y procedimientos que emanaron de la Constitución de 1917.

Es necesario explicar en una cuartilla, que sucede en los países desarrollados, dentro del portal didáctico, sobre la ciudadanía. La que se suministra dentro de una convivencia privada, ya que son sociedades bien ordenadas, con gobernantes respetuosos, tolerantes e ilustrados, -por tanto el ser humano es el centro de atención-. Ante tales condiciones, los ciudadanos son capaces de construir conceptos generales y razonar por cuenta propia, así como dialogar respecto a la convivencia cotidiana. Principalmente elegir de manera libre su comportamiento ético individual, abandonando virtualmente toda la enseñanza o enajenación oficial y religiosa.

2.- El respeto entre lo público con lo privado, facilita el resultado de una vida social libre, y por tanto participativa, el resultado es la forma real de instituir una educación ciudadana. Los últimos gobernantes mexicanos, a partir de Salinas de Gortari, por su desconocimiento de lo político, les ha dado por aporrear a los habitantes del país, con la resultante; del divorcio entre gobernante-gobernado. Pero si además de todos los problemas que ya existen, los medios informativos, sobre todo las televisoras así como radiodifusoras, insultan y deforman la opinión de los escuchas, además de ridiculizar toda postura política y privada, respecto a la cultura e identidad de la gran población. La resultante es la anarquía parecida a la del siglo XIX, con el nefasto de Santana entre otros más.

En México se ha disipado el derecho ineludible a la educación pública de calidad, que fue obligatoria cuando se respetaba la Ley General, la cual se amparaba en el Artículo Tercero. La cual daba la guía para una educación social con pleno desarrollo, con la idea de lograr una personalidad del ciudadano, para que fuera en pos de libertades fundamentales. El derecho a la educación garantizaba la calidad de vida de la familia, sobre todo dice: “la educación que imparta el Estado, tenderá a desarrollar (…) y fomentar el amor a la Patria.”

En definitiva se disipó la ética pública y por tanto, lo privado que deriva de lo público, también está en constante contradicción. Toda ésta reflexión pone al descubierto la irresponsabilidad de los gobernantes, principalmente sus reformas educativas, implantadas a capricho, y sin realizar un diagnóstico pedagógico, perdiendo de esa forma el poco avance que se había logrado antes del arribo de los tecnócratas.

3.- Habrá que recordarles a todos estos -saburines autóctonos-, que la categoría de ciudadano, en la modernidad ha tenido una compleja evolución histórica y conceptual. Sobre todo, después de superar la época medieval, en la que tal visión impedía el protagonismo individual. Si bien la construcción conceptual de ciudadanía en los países desarrollados, ha sido prolongada, pensemos en el escenario como el mexicano, en el que se puede asegurar que tanto las ataduras gubernamentales, como religiosas impiden cualquier desarrollo de lo que se conoce como ciudadanía. Será la laicidad, explicada por el maestro Marcelo Ramírez, en varias de sus textos, la que habría de poner el primer ladrillo, para lograr la liberación intelectual y política del mexicano, para adquirir el título de ciudadano.

Sin embargo, debido a las condiciones que viven en éste país desafortunado. La gran población tiene el título de -súbdito y no de ciudadano-. Tal como fue expuesto en los primeros párrafos, la manipulación ideológica así como la jurídica, refuerzan la prospectiva del clásico vasallo. Aristóteles afirmó que la categoría de ciudadano tiene una categoría privilegiada, la cual forma el núcleo esencial de la comunidad en su condición de seres libres, quienes practican la virtud. En el caso romano del año 212, su constitución de papel, va extender el título de ciudadano a la mayoría de los súbditos del Imperio, pero aun así eran un tipo de ciudadanía sui iuris, frente al esclavo, muy parecido a lo que está sucediendo en México, cuando unos cuantos son los que se podrían autonombrar ciudadanos, más no las mayorías.

¡Para ser ciudadano! -estimados lectores- significa lograr ejercer tus garantías políticas y jurídica, además de tener una serie de derechos humanos básicos y fundamentales y, sobre todo practicar los –deberes- contraídos dentro del ámbito social. Si con todo esto, hay necios que siguen con la insulsa idea de que: “la ciudadanía será la que determine finalmente el destino del país”, está totalmente loco, ya que estamos lejos para conseguirlo.

El gran Diógenes, no dice: “Únicamente el sabio es libre, y los malvados son esclavos; ya que la libertad es el poder obrar de acuerdo a la manera propia; la esclavitud es la privación de tal capacidad.”

Pues ahí queda- y si con todo esto todavía hay necios; es que sin duda son esclavos, no entienden en donde están parados, ya no me culpen.

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