Kairós

Mujeres acosadas: mujeres acusadas

Francisco Montfort Guillén

Para mi amada Madre, luchadora eterna

En pocas relaciones humanas el poder es tan omnipresente como entre las mujeres y los hombres. La pareja es el núcleo social en donde son gestadas las conductas articuladas por el poder. Para entender su presente requerimos una retrospectiva. En la prehistoria el dominio del macho sobre la hembra fue directo, sin mediaciones. La lucha entre los machos por la posesión de las hembras originó el triunfo de los más fuertes, que formaron núcleos parecidos a los que vemos entre los mamíferos salvajes, como los leones.

Un paso decisivo en la evolución de los mamíferos homínidos fue el descubrimiento de la paternidad, la conciencia de que el acto sexual era el medio de reproducción de la especie. Igualmente importante, fue saber que la ingesta de carne, y el incesto entre padre e hija, permitieron el crecimiento del cerebro y la facultad que los psicólogos llaman  <<capacidad de realización>>, de <<acabamiento de las tareas emprendidas>>.

Entre las producciones sociales de los homínidos está la revolucionaria reglamentación de la distribución de las hembras y de las relaciones sexuales, que obligó a los machos a buscar su hembra fuera del núcleo del clan de pertenencia. Las relaciones sexuales de la sociedad y las relaciones sociales de la sexualidad forman, con la aparición del ser humano, el macho y la hembra históricos, el núcleo del comportamiento que cada sociedad reproduce de acuerdo a sus capacidades de sobrevivencia, de adaptación a diferentes nichos ecológicos, el dominio del medio ambiente y el dominio de sus propias conductas.

Las sociedades históricas han determinado la conformación multicondicionada de relaciones hombres-mujeres. Las reglas deben ser cumplidas por todos los integrantes de cada grupo social. En cada país varían las restricciones y permisividades de grupos similares. Pero ninguno escapa a las reglas que permiten su misma existencia: las reglas que aplica el Estado y que hace iguales a todos sus subordinados.

En todos los países existen normas que ofrecen protección especial a las mujeres, acordes a su edad, función social y condición. Todas las sociedades, ahora, están conscientes de la importancia y de la necesidad de brindar protecciones especiales a las mujeres. Esto significa, sin más, que el Estado reconoce y  protege a las hembras de los excesos de los machos.

En sociedades que son ejemplo del funcionamiento pleno del Estado de derecho (Dinamarca, el más desarrollado, Francia, Inglaterra, Suecia y algunos más) tienen comportamientos masculinos que continúan expresando el poder de los machos.  La violencia en el seno familiar y las diferentes formas de acoso sexual siguen presentes en esos países, a pesar de las condiciones sociales casi ejemplares que permiten el desarrollo de las mujeres.  Digamos que en aquellas naciones, las mujeres y los hombres mantienen relaciones que se desenvuelven más allá o más acá de las normas y leyes socialmente establecidas.

¿Por qué aún en esas sociedades desarrolladas continúan tanto la violencia en contra de las mujeres como los acosos sexuales? Simplemente porque esos comportamientos son universales, y lo son porque son propios de las diferencias establecidas por la naturaleza humana, de las particularidades de la biología de machos y hembras, que son transmitidas, genéticamente, a través de la reproducción sexual. Esta respuesta puede exacerbar los ánimos. Pero no se trata de una respuesta única, total, ni fatalista ni completamente determinista. Constituye, únicamente, parte del principio de realidad que no debe ser olvidado.

El debate, en consecuencia, debe ser trasladado al ámbito de la cultura. La condición femenina es un problema de la modernidad: descristianización de la vida pública y coronación de la igualdad como valor supremo. Pero su origen surge cuando la caza, esencialmente actividad de los machos homínidos/hombres,  dejó su lugar a la agricultura, como eje de supervivencia, y presumiblemente descubrimiento femenino. El poder ejercido sin mediaciones por los machos, se deslizó hacia el poder de la guerra y, por ende, al dominio político y su complemento religioso.

La religión jugará un papel mayor y determinante en el crecimiento y en la invisibilización del poder masculino. La mediación religiosa relegó a la mujer a un papel secundario. Las tres religiones de aspiración de dominio universal, deístas y monoteístas reglamentaron la subordinación cultural y psicológica de la mujer al poder masculino. Sociedades  judías y musulmanas parecen, para sociedades transidas de modernidad, ejemplos intolerables de servilismo y sumisión de las mujeres. El cristianismo, gracias a las revoluciones culturales del Renacimiento, la Reforma, el Siglo de Las Luces, la Revolución de la Democracia, la separación Iglesia/Estado, la Revolución Industrial, la Revolución Digital (en curso); así como debido a las libertades jurídicas tuteladas por el Estado, que han permitido a las mujeres modernas luchar ejemplarmente por sus propios derechos humanos, mantiene una condición un tanto más relajada en cuanto a la condición femenina. Lo que no significa que todas las iglesias cristianas y todas sus jerarquías sean completamente liberales.

Veamos. El INEGI reporta el problema: Panorama de violencia contra las mujeres en los Estados Unidos Mexicanos. Informa que año tras año, <<más de cinco millones de mujeres en el país son agredidas en la calle con piropos o frases de carácter sexual que las molesta u ofende y más de un millón son tocadas o manoseadas sin su consentimiento>> (Claudia Solera, EXCELSIOR,  8 de mayo).

Las agresiones verbales son más frecuentes en los estados de Tabasco, Baja California y Nuevo León. La mayor incidencia de tocamientos y manoseos (25%) se concentra en la Ciudad de México y en el estado de México (Ibíd.). Los delitos sexuales no son denunciados en la mayor parte de los casos (93%). Sólo cinco por ciento de las mujeres acosadas solicitaron apoyos institucionales. Las razones esgrimidas para no denunciar son iguales a los casos de violación sexual y otros delitos que las involucran: porque las autoridades primero las culpan a ellas, acusándolas de provocadoras, y porque las mujeres saben que casi nunca sentencian a los hombres denunciados, cuyo porcentaje de impunidad, como en otros delitos, debe rondar el 99%. El estado de Veracruz, en general, está en el tercer lugar de los estados que más agresiones registra en contra de las mujeres. Y produjo una joya universal de machismo y vergüenza.

El gobierno de Javier Duarte de Ochoa, ha sido obligado, por tres jueces federales a cumplir con la petición que hiciera el Instituto de la Mujer de Boca del Río, para activar la alerta de género en el estado, por homicidios (30 en tres meses)  y desaparición de mujeres (al menos 20 casos) en 2015. Más allá de la derrota judicial del gobierno de Veracruz, lo significativo es que se trata de una quiebra moral y ética, frente a las mujeres, de un gobierno machista, más interesado en consideraciones de imagen política, que en la condición real de la mujer veracruzana: acosada sexualmente y acusada de propiciar los delitos en su contra. La cultura machista priista poco se conmueve frente a las violaciones, secuestros y desapariciones, humillaciones laborales y violencias de todo tipo que sufren las veracruzanas.

Coincido, personalmente, con quienes afirman que en este asunto, la superación cultural auténtica de una sociedad consiste en la <<feminización del hombre>>. No en la imposible pérdida de su naturaleza de animal macho. Ni siquiera en la disminución de los signos más ostensibles de su masculinidad, que, por lo mismo, los hace más apetecibles por las mujeres. No. El asunto está en otra parte.

Si biológicamente todos los seres humanos guardan restos de la sexualidad contraria, es decir, que las mujeres contienen restos biológicos de hombre, como los hombres contienen restos biológicos de mujeres, entonces el progreso y la civilización auténtica en nuestro Veracruz debe expresarse mediante una profunda androginización (andrógino: del griego andros: hombre; y gunê: mujer) de la cultura: Conocimiento de las similitudes y diferencias biológicas de machos y hembras y su reproducción sexual. Conocimiento y comprensión de la condición femenina y la condición masculina. Comprensión y concordia en las funciones sociales de hombres y mujeres. Reelaboración de roles de sociales de hombres y mujeres. Desmontaje de clichés que dañan a hombres y mujeres. Diferenciación y comprensión de la alteridad de hombres y mujeres. Refundar el sistema educativo. Revolucionar el sistema de procuración y administración de justicia, y el sistema policial, para erradicar la doble victimización de las mujeres. El Estado de derecho debe ser una realidad.

No exagero nada si afirmo que la creación del Instituto Veracruzano de la Mujer se debe, en gran medida, a mi propuesta específica que plantee al gobernador en funciones. Pero el IVM actúa como dependencia sin autonomía política y sin sensibilidad andrógina. Por el bien de mujeres y hombres debemos dar un vuelco democrático. Impulsemos las propuestas del candidato a gobernador de la alianza PAN/PRD. Exijámosle a Miguel Ángel Yunes Linares mayor claridad y variedad en sus propuestas. Las que propone hasta ahora son  sensatas y viables, para un gobierno de dos años. Es imposible creer en las promesas que hace el candidato del PRI: son irrealizables en un bienio y terminarán beneficiando el Statu quo, a los machos priistas de siempre.

 

 

 

 

 

 

 

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